Un hombre gris con su bastón, sostenía el mango de cuero con su mano faltante de dedos pero con todo el estilo, solo caminando por las aceras coloridas de aquel residencial dónde solo podían pisar los más millonarios, los pobres siempre entraban por las puertas traseras para servir a sus empleadores por una buena paga, Levi Ackerman ahora entraba por la puerta grande gracias a la obsesión del demonio por sus cicatrices. Curiosamente la gente de aquí era muy dulce y sabían bien que el verdadero monstruo no era para nada él azabache, esta gente con tanto dinero era dócil de carácter pero hábil de mente y esos ojos verdes eran claramente señal de maldad.
Se lo imaginó peor, se sentía cómodo, como en una especie de retiro, sólo que una sanguijuela de 19 años aveces lo sacaba de sus casillas, Eren era diferente aquí, en sus palabras solo había amor, pero antes hubo brazos y piernas de otra gente, uihs, que cosas verle de frente todos los días y tener que fingir que no era dócil ante la nueva perspectiva que tenía de él, en otras palabras, Eren no le parecía tan malo de este lado del mundo.
- buenos días vecino, tercer día vestido de gris
Levi- ¿algún problema?
- jeje, que carácter, que fortaleza de hombre
La señora le ofreció una galleta con forma de estrella claramente hecha por sus sirvientes ya que nadie podría partir ni un huevo con esa manicura, aquí eran amables con él y creían que era un veterano de alguna guerra por su frialdad y apariencia ruda, no era tratado de monstruo porque ellos lo tenían todo, seguridad, facilidad para salir de alguna situación, no había necesidad de sentir temor si sabían que la sociedad estaba a merced de sus bolsillos.
La rechazó mirándola directamente a los ojos a lo cual ella llamó a su nieto para dársela a él, el niño de ropa elegante la aceptó y observó a Levi, tapándose uno de sus ojos el niño imitó al azabache que como sabemos tenía un ojo blanco lo que aumentaba el temor que podría llegar a causar a los demás.
- ¿puedes ver con ese ojo?
- no hagas esas preguntas mi amor
Levi- más o menos
Sus palabras eran igual de frías pero sin maldad alguna, aquí era más calmado, creyó que vivir en la Bahía sería incomparable pero un lugar de casas bonitas y amplias, flores coloridas, y gente con mucha tranquilidad tal vez le podría convenir. Siguió su camino.
Ya tenía 3 días aquí donde se levantaba temprano, hacía ejercicio, tomaba el té, leía mucho, le hacían masajes, daba paseos, jugaba con bigotes y por último descansaba de todo.
Al entrar los empleados estaban sirviendo comida para su gato, el nuevo rey de la casa comía los mejores salmones con croquetas y tenía 3 castillos para quemar esa energía de gatito salvaje, era lo que más le daba satisfacción.
Bajando las escaleras con unos papeles en las manos estaba él castaño trabajador y charlatán, la cara que mostraba aquí era una especie de parodia al típico niño rico que heredaria cosas, ¿heredar qué?, la fortuna maligna era como un manantial infinito.