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Es un día como cualquier otro, el verano está terminando pero sigue haciendo calor. Es normal que a estas alturas del año haya temperaturas elevadas, pero este año está siendo el más caluroso sin lugar a dudas en la ciudad. Demasiadas noches sin dormir por el calor excesivo, ni siquiera el ventilador lograba bajar la temperatura que había en casa.

A escasos metros de la estación escribo a mi madre tal y como la prometí anoche. Cuando llego, miro el panel informativo en busca del andén y la hora a la que sale el tren.
Empiezo a pasear por el lugar intentando buscar la dirección hacia donde tengo que ir. Inconscientemente me quedo observando a la gente. Hay muchas personas que corren desesperadamente para no llegar tarde al trabajo, mientras que algunas se despiden de sus parejas y familiares antes de montar en el tren, muchos con lágrimas en los ojos. Otros, en cambio, gritan de alegría y se abrazan al volverse a ver. Me entusiasmo al ver el reencuentro entre dos amigas, ese abrazo demuestra que llevan mucho tiempo sin poder dárselo, lo que me hace esbozar una pequeña sonrisa antes de seguir mi camino.

Pocos minutos después entro en el tren arrastrando mi pesada maleta y con una mochila en el hombro. Todavía es temprano, por la ventana se puede ver como los primeros rayos del sol que empiezan a aparecer entre los edificios dando la bienvenida a un nuevo día. Me espera un viaje de cuatro horas y media hasta llegar a mi destino. Aunque no estoy muy ilusionada por este viaje, no tengo otra elección.

Me pongo los auriculares y sigo con mi lectura uno de los mangas que llevo conmigo. Es la única forma de distraerme y no pensar en cómo va a cambiar mi vida durante los próximos seis meses. Espero que sea menos tiempo tal y como me han prometido mis padres, pero una parte de mí me dice que me prepare para lo peor.
Mi móvil vibra en mi bolsillo, es un mensaje de mi hermano. Mi corazón empieza a latir a mil por hora hasta que veo lo que me ha escrito.

-Las llaves están debajo del felpudo. Vuelvo en unos días enana.

¿Enserio? Aunque he pensado más de una vez cómo sería el día a día con mi hermano, que ni siquiera me venga a buscar a la estación me entristece.
Me había imaginado la escena de aquellas amigas que hace pocas horas presencié, pero siendo nosotros los protagonistas. Sin duda me hubiera gustado darle un abrazo y poder confesarle que le he echado de menos todos estos años que no nos hemos visto.

Mi hermano se fue de casa y decidió no volver. Aunque al principio nos llamábamos todos los días y hablábamos durante horas, la cosa se fue enfriando, llegando al punto que ignoraba mis llamadas constantemente. En los cumpleaños recibía un triste mensaje de "feliz cumpleaños" y no me volvía a escribir hasta el día de su cumpleaños para decirme un "gracias enana".

Recuerdo esos días en los que él era mi héroe, mi mejor amigo y mi confidente. A veces desearía volver a aquellos maravillosos años para ser feliz de nuevo. Noto como mis mejillas están mojadas, no sé en qué momento he empezado a llorar. Intento esconderme y secarme las lágrimas antes de que alguien en el vagón se dé cuenta de que estoy llorando.

- Queridos pasajeros, estamos llegando a la estación Central. - Anuncia la megafonía. Guardo en la mochila todas las cosas que he ido sacando durante el viaje para salir antes del tren.

Gracias a un chico consigo bajar la maleta del tren. Se nota que en esta ciudad hace más calor y maldigo el día en el que me obligaron a venir. Enciendo el GPS con la esperanza de llegar a casa de mi hermano sin perderme por las calles. Algo que probablemente ocurrirá ya que nunca antes he estado y todo es desconocido para mí. Cuando salgo a la calle veo a mucha gente, más de lo que estoy acostumbrada a ver.

¡Bienvenida a la gran ciudad Lena! pienso.

Puedo distinguir a las personas que viven aquí y a las que son turistas a simple vista. Los que son de la ciudad caminan corriendo como si tuvieran prisa, no se fijan en los hermosos edificios que adornan la ciudad. Los turistas, en cambio, se paran haciendo fotos o simplemente observando la belleza de los monumentos.

Una hora después consigo llegar al edificio en el que voy a vivir por un tiempo. Tuve que retroceder varías veces, no me esperaba que mi hermano viviera en una zona tan acomodada de la ciudad.
Miro el buzón antes de subir al tercer piso. No podía creer que él pudiera vivir aquí. En el barrio hay todo tipo de tiendas, cafeterías y restaurantes. Incluso hay grandes parques con unas vistas impresionantes. El alquiler debe ser bastante alto en esta zona, no puedo parar de pensar en qué trabaja mi hermano para poderse permitir vivir aquí.

Cuando entro en casa me quedo más sorprendida si cabe ya que es más grande de lo que esperaba. El salón comedor es grande pero acogedor con tonos grises y blancos. Me llama la atención que no hay ni una solo foto de mi hermano ni de nosotros. En cambio, hay un montón de cuadros y fotos de diferentes lugares del mundo.

Me acerco al hermoso balcón con vistas a toda la ciudad. Sin duda quiero desayunar algún día aquí viendo el amanecer. Cuando me dirijo al sofá veo una nota.

"Lo siento Lena, prometo llamarte."

- ¿Es lo único que me vas a decir? ¿Enserio?- Hablo para mí misma, sentándome sobre el cuero blanco, pasándome las manos por la cabeza. Estoy muy enfadada con Guille, se supone que solo tiene que ejercer de hermano mayor por seis malditos meses. Luego me iré y todo volverá a la normalidad.

- Espero que estos meses pasen rápido.

Huyendo de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora