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Alishon es una chica bastante simpática, creo que se arrepintió de haberme preguntado que si quería ir a la cafetería con ella después de haberlo dicho. Obviamente acepté su invitación y su expresión cambió a una más relajada.

Durante nuestra pequeña charla me voy dando cuenta que es una chica tímida que le encanta todo lo relacionado con el manga, anime, doramas y K-pop. Yo soy una recién llegada a este mundo comparada con ella que lleva años, yo solo llevo unos cuantos meses.

- ¿Enserio estás haciendo la colección de Akatsuki no Yona?- pregunto mientras me como una galleta de chocolate blanco.

- Sí- responde con la boca llena- Aunque me los estoy leyendo por internet, me gusta tenerlos en físico.

- Te entiendo, me encanta leer y tengo muchos libros que he leído en internet primero.

- ¡Yo también!- dice y nos reímos a la vez.

Cuando toca el timbre nos levantamos, recogemos nuestras cosas y nos vamos a nuestra aula. Es una suerte que tengamos las mismas asignaturas, incluso las optativas.

Cuando el profesor de matemáticas da la clase por terminada empiezo a recoger mis cosas.

- Lena- me llama Alishon mientras recoge sus cosas.

- Dime- contesto colgando mi mochila al hombro.

- ¿Me das tu número?- dice con una sonrisa.

- ¡Claro!- respondo emocionada.- Apunta.

- ¡Perfecto! Algún día podemos quedar si quieres.

- Sí, soy nueva en la ciudad y la verdad es que no conozco a nadie.- digo mientras nos dirigimos a la salida.

- Eso me convierte en tu primera amiga aquí.

- Sí- sonrío y me despido de ella en la puerta del instituto.

Me pongo mis cascos y me dirijo a mi nueva casa. Antes de que se fuera Silvia le dije que no era necesario que me vinieran a buscar. Tuve que convencerla de que no todos los días podía acompañarme al instituto y que no era una niña pequeña. Me costó mucho pero la convencí. Así que, aquí estoy con mi música a todo volumen y con el GPS puesto caminando por la ciudad.

La ciudad es más grande de lo que me esperaba, mucho más que la ciudad de la que vengo. Creo que me podría acostumbrar a vivir aquí.

Antes de ir a casa voy a una tienda a comprar algunas cosas para merendar, no queda muy lejos de la casa de Guille, pero sí que tengo que desviar mi camino.

Al salir de la tienda guardo lo que he comprado en mi mochila. Ya tengo todo lo necesario para hacer un maratón de películas esta tarde. El punto positivo de que esté sola es que no me pueden echar la bronca por comer comida basura.

Cuando me voy a poner los cascos veo como un coche a toda velocidad se acerca cuando una señora está cruzando la calle.

- ¡CUIDADO! - grito corriendo hacia su dirección.

Veo como el coche se va aproximando. Como puedo empujo a la señora para evitar que la atropellen. El coche ni siquiera frena, tanto la señora como yo estamos tiradas en el suelo pero estamos bien.

- ¿Niña estás bien? - me dice la señora.

- Sí- respondo dolorida. Me duelen las rodillas debido a la caída. Seguro que tengo alguna herida y mañana me saldrá algún que otro moratón- ¿Está bien? - pregunto ayudándola a levantarse.

- Me duele un poco la cadera, pero estoy bien.

- ¿Puede moverse bien? ¿Necesita que llame a alguien?

- Sí, puedo moverme, tranquila tengo un móvil - dice buscándolo en su bolso- llamaré a alguien para que me venga a buscar.

Antes de que la señora haga la llamada, noto como se tambalea y automáticamente la sujeto.

- ¿Seguro qué está bien?- ella asiente. Yo, por inercia, la llevo a un banco cercano.

Debe de tener unos sesenta años, tiene arrugas visibles por la edad y el pelo canoso.

- Estoy bien. No me han atropellado- La escucho como habla con alguien por el móvil sacándome de mis pensamientos.- Tranquilo, te espero aquí. Adiós.

Cuando termina la llamada guarda su teléfono en su bolso y me mira como si me estuviera analizando.

- Gracias por salvarme.- me sonríe amablemente.

- No tiene porqué darlas, me quedaré con usted hasta que vengan a buscarla.

- No hay necesidad de que te quedes - dijo acariciando mi mano. – En cinco minutos estará aquí.

- No me sentiría bien si la dejo sola.- Me da un abrazo.

Tras cinco minutos conversando con la amable señora, veo como un coche deportivo se dirige hacia nosotras a toda velocidad. Justo cuando llega a donde estamos sentadas frena y del coche sale un chico muy alto con el pelo moreno alborotado. Lleva un traje negro que parece bastante caro. A medida que se va acercando, veo su cara, es muy guapo, tiene los ojos marrones. Su expresión denota preocupación y cuando sus ojos se encuentran con los míos, miro hacia la señora que se encuentra sentada a mi lado.

- Te dije que no salieras sola Nana- dice el chico abrazando a la señora con una voz grave.

- Mi niño estoy bien- Yo los miro con una sonrisa. Me levanto dispuesta a irme.

- Espera- dice el chico llamando mi atención- ¿Estás bien?

Me doy cuenta de que está mirando mis rodillas. Cuando bajo mi mirada veo como todas mis rodillas y piernas están llenas de heridas con sangre. Después miro mis manos y me doy cuenta que al caer me hice más daño de lo que esperaba.

- Sí, no se preocupe- digo con una sonrisa.

- Gracias por salvar a mi Nana.

- No tiene por qué darlas, cualquiera hubiera hecho lo mismo en mi lugar. 

-Ven- señala el coche- te llevaré al hospital para que curen tus heridas.

- No hace falta – digo negando- estoy bien.

- Creo que deberías mirarte en un espejo – dice mirándome de arriba abajo- ¿No ves que estás sangrando?

- Sí, pero no se preocupe, se curarán pronto.- me intimida su voz.

- No me hables de usted, no soy tan mayor – levanto la cabeza y veo como me sonríe.

- Perdón- digo sonrojándome- me tengo que ir.

- Te puedo llevar a dónde quieras- dice interponiéndose en mi camino.

- Gracias, pero vivo cerca, no hace falta.

- ¿Estás...- no le dejo terminar la pregunta cuando me alejo de aquel lugar.

Después de quince minutos andando, llego por fin a casa, tiro la mochila en la cama y camino directamente al baño. Me quito la ropa hasta quedar en ropa interior, miro mi reflejo en el espejo lleno de moratones y heridas que en un par de semanas desaparecerán.

Me meto en la ducha. En el momento en el que el agua comienza a caer, me doy cuenta de lo que duelen mis heridas. Trato de limpiarlas lo mejor que puedo y decido buscar un botiquín en cuanto termine para desinfectarlas y curarlas.

Una vez cambiada y con mis heridas curadas, me tumbo en la cama cansada, lista para leer un libro hasta quedarme dormida como estaba acostumbrada a hacer y olvidar lo que había pasado hoy.

Huyendo de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora