6. My little bit of heaven

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Gunnie era la estrella más brillante del cielo y quizás, yo siempre tuve complejo de astrónomo.

Cuando me preguntan por qué, me es más fácil señalarlo al dar alguna larga y detallada explicación que tiene como fin un dolor de cabeza insoportable y muchos pañuelos. Basta con mirarlo sonreír para perder la cabeza por completo y lanzarse al vacío sin paracaídas, porque no sonríe mucho y cuando lo hace, deslumbra al mismísimo sol.

Éramos ajenos, nunca nos pertenecimos el uno al otro, nunca fuimos nuestros, muchas veces fuimos de nadie. Él, estudiaba entre guardias, siempre andaba con un libro pegado a la nariz. Joven, entusiasta, lleno de sueños usando un horrible servicio de transporte público que por alguna razón le encantaba usar y a mí no. Y yo, era yo. A mí, me encantaba escucharlo hablar de cosas que no entendía pero a él, le hacían brillar los ojos.

La primera vez que nos vimos, fue Julio. Ingresé a la clínica en una silla de ruedas y la única persona en ese lugar que me miró sin lastima, fue él. Llevaba las gafas guardadas en el curioso bolsillo de su camisa blanca (o bata, o lo que sea que usen los enfermeros) y un enorme libro bajo el brazo. Me sonrió, sin ganas, pero con todas sus fuerzas para que yo me sintiera un poco menos miserable. Desde ese momento, me propuse hacerlo sonreír con todos los dientes, hasta que le dolieran las mejillas y dejarlo descansar un momento sólo para repetir.

"Gunnie fue, en definitiva, mi pedacito de cielo".

Castaño, siempre despeinado y con un curioso tic de echarse el cabello hacia atrás cuando estaba nervioso. Vivía pegado a un banquillo en la sala de espera que estaba junto a una ventana, estudiando o leyendo por gusto algún título romántico de esos que se disfruta en placer culposo, porque según él, "Solamente avivan inútilmente sus esperanzas".

Gunnie quería ser Cardiólogo y a mí me daban miedo las agujas y asco la sangre de mi propia nariz, no pudo pagar la carrera y optó por una técnica en enfermería, que lo llevó a la clínica donde yo terminé por razones mucho menos inspiradoras. Jamás dejó de estudiar, a pesar de que en algún momento tuvo que organizar cajas de medicamentos en un frío almacén, donde aprovechaba para tomar notas de lo que veía y aprenderse nuevos nombres de fármacos.

"Quinientos miligramos es demasiado, Off, vas a intoxicarte" y me quitaba uno o dos frasquitos de la mesa. Siempre alegó que la migraña era sólo un reflejo físico de mis emociones y si no ponía de mi parte, jamás se iría.

«Nunca se fue».

Solía contarme una historia, sobre una princesa atrapada en una torre y un plebeyo enamorado de ella. Hacía pequeños relatos que escuchaba sentado en las bancas de madera del jardín, pretendiendo que no estábamos en un hospital psiquiátrico y estábamos en una cita, en un parque, como dos personas normales.

No sé si se haya escrito de esto antes, no sé si soy la primera persona mentalmente inestable que se enamora de su enfermero, porque ya todo es cliché y esto de hecho no es la excepción. Lo único que sé, es que fue real.

La primera noche que tuvo la guardia, hablamos detrás de la puerta. Me preguntó qué hacía ahí, cuántos años tenía y si tenía mascotas. Me contó la leyenda de la niña de los sanitarios que supuestamente lloraba por las noches, pero nunca nada me dio más miedo, que verlo llorar.

Gunnie era un rayo de luz, un radiante y precioso rayo de luz que todos querían tener cerca y yo, era un sujeto con una pulsera atada a la muñeca y una sudadera negra, sentado en la sala de recreos donde mi pequeña estrella cantaba a los internos.

Como me enamoré de él, todavía es un misterio y muchas veces me lo preguntó. Me bastaba señalarlo y preguntarle "¿Por qué no?" y eso, nos hacía felices a ambos.

Quería darle todo: el cielo, la luna, el mar, el sol, regalarle una caja de cristal llena de constelaciones y hacerle un collar con el sistema solar. Llenarlo de flores al despertar y de besos al dormir y simplemente, me enamoré, tanto como alguien como yo, podría hacerlo.

Un niño se obsesionó con él y solía acosarlo todo el día. Era divertido ver a Gunnie sonreírle incómodo, porque estaba seguro que Mike tenía todo menos inocencia detrás de esos ojos grandes.

Gunnie, me daba mis medicamentos cada día a la hora exacta, siempre con una dulce sonrisa y una petición en voz bajita, que no cumplí si no mucho después.

"Inténtalo" me dijo una vez, con su frente contra la mía, en un oscuro pasillo vacío. "Tómala, por favor". Y yo accedí, porque siempre creí en él. Siempre creí en él.

Cuando llegó su examen, no lo vi dos días seguidos. Pude haber enloquecido y entonces, tendría una buena razón para estar aquí, pero apareció un viernes con el corazón destrozado, las ojeras negras y los ojos vacíos. Tuve miedo, miedo real, del que duele en el alma... y supe que mi enfermero también tenía un problema.

No tuvo frascos, ni píldoras. No le dijo nada a nadie hasta que vi sus manos, no me respondió nada que yo preguntara. Y a mí, nunca me gusto perseguir a la gente que se alejaba, porque cuando lo hice me empujaron tan fuerte que nunca pude levantarme. Y él, se iba pero siempre volvía y yo estaba ahí detrás del umbral, al igual que él, esperando poder quedarme.

El diagnóstico fue tajante y no se me permitió apelar por mi inocencia. Era solamente cuestión de tiempo para terminar de fragmentarme y por primera vez, alguien podría salir herido por mis trozos rotos.

Off, sólo una última vez, por favor. Suplicó.

Y no pude decirle que lo haría.

Yo me rendí hace mucho tiempo, Gunnie.

Se fue, o tal vez yo me fui, pero no olvido su dulce risa, ni sus mejillas que amaba tanto. No olvido su olor de las mañanas al llegar al trabajo y lo mucho que odiaba el té negro. No olvido que me besó detrás de la puerta del almacén, ni que me dijo que podríamos salir juntos.

No olvido todas las veces que lloró por culpa mía o las noches que se quedó fuera de la habitación esperando que hiciera ruido. No olvido que lo rompí y que jamás va a perdonarme.

"Dime algo,... que me odias, por lo menos..."

Y jamás lo hice, ni lo haré.

Siempre fui un huracán o un maldito volcán dormido. El caos es inminente estando conmigo y quise alejarlo, pero se metió dentro de mi sangre y fue imposible.

Tantas veces, escuché sus historias de personas que le apuñalaron por la espalda y yo terminé haciéndole lo mismo, pese a que le prometí no hacerlo.


Gunnie era la estrella más brillante del cielo y aún aquí, no hay ninguna que se le compare.

Así que si me lo preguntan a mí, es lo único bueno que hice en mi vida... «Amarlo»... Lo amé de todas las formas que me fue posible y por eso, me alejé para siempre, no podía encadenarlo.

Pasó el examen y está a nada de recibirse, sé que tiene un buen hombre a su lado y que se cortó el cabello. A veces va a dejar flores, pero ya no llora y eso, es lo más gratificante.

Y si eso no es suficiente respuesta, —para usted que ahora me pregunta—. No importa. Porque podría quedarme aquí, vagando en completa soledad por la eternidad, podría quedarme aquí donde los cobardes como yo esperan y no importaría.

Porque esté donde esté, siempre tendré mi pedacito de cielo.


𝕰𝖛𝖎𝖎𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

𝕰𝖛𝖎𝖎𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ

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Just OffGun - H.A #35Donde viven las historias. Descúbrelo ahora