3. Camino a Casa

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No quiere salir del auto.

No quiere hacerlo, porque le pesa un mundo entero pisar de nuevo ese camino de asfalto que lleva a la puerta de la casa que alguna vez fue su hogar. De los tres. Cuando todo parecía funcionar, cuando tenían tantas ganas de morir juntos, de adoptar otro perro, de comprar una parrilla para invitar a sus amigos y familia al jardín a una parrillada de domingo. De hacerle una fiesta de cumpleaños a Nirin e invitar a todos sus amiguitos...

Off quiere quedarse ahí, en el espacio seguro que significa su auto, en la burbuja que lo mantiene alejado de la realidad que es tan dura, tan cruda. Tan difícil. Quiere quedarse dentro hasta que no le quede más que llorar, hasta que el día se acabe y pueda volver a ser solo un lunes más y no el domingo de su aniversario.

Tendrían ya ocho años de casados si tan solo todo hubiese salido como debería. Si Off no fuese un imbécil que se dejó llevar por un impulso, por una noche que lo dejó en la nada, por una decisión que asegura ha sido la peor de su vida. Ocho años de compartir vidas, de caminar juntos, de vivir bajo el mismo techo con el hombre que juró amar hasta el fin de sus días y traicionó, mucho antes de que eso ocurriera.

Pero debe salir. Debe pisar el camino que solía llevarlo a casa, debe tocar la puerta de lo que fue su hogar y pedir permiso para entrar como un extraño y a pesar de los años que han pasado, de la rutina de cada fin de semana al recoger a su hija para verla y salir juntos, a pesar de que ya debería pasar por el ritual incómodo de ver a Gun en la puerta despedirse de su hija y simplemente decirle a qué hora llevarla ese día... Nunca deja de doler.

Nunca es fácil de entender.

Se acomoda la camisa, nervioso e incómodo. Siente que la chaqueta le pesa demasiado, que el mundo es vueltas y que la fuerza se le escapa del cuerpo cuando presiona con un dedo tembloroso el timbre esperando que Gun abra la puerta del otro lado.

Va a verlo, como cada semana. Van a darse las buenas tardes como dos extraños, va a despedir a Nirin con un beso y una sonrisa para verlo a él con los ojos vacíos y los labios rectos pidiéndole que la regrese a las ocho. Y será todo. Sin sonrisas, sin besos, sin saludos cálidos o preguntas sobre cómo fue su día. Sin amor.

Gun abre la puerta, vestido tan sobrio como un padre viste un domingo por la mañana. Con pantalones de mezclilla sueltos y una camiseta blanca, sin nada más que su cabello oscuro lacio sobre la frente y los labios rectos, como siempre que lo recibe.

—Buenos días. —Off murmura, se inclina con dolor y una punzada en el estómago y Gun asiente en silencio.

Por la puerta no cruza su preciosa niña, con la mochila al hombro y los dientes recién lavados. Nirin no está revoloteando en la sala esperando que Papá la recoja como cada semana, sentadita en el sofá con las manos sobre sus rodillas y Off asoma apenas, buscando con la mirada angustiada a su hija dentro de la casa.

—Está con mi mamá. —Responde Gun, como si supiera a la perfección lo que busca su ex esposo—. Pasa.

Off abre la boca para cerrarla segundos después, ya Gun caminando dentro de la casa dándole la espalda, esperando que entre. El alto cierra tras de sí la puerta y se descalza en silencio, con demasiados pensamientos en la cabeza.

Su ex esposo espera por él en la cocina, sirviendo agua caliente en una taza. En la mesa del comedor hay una ya servida, humeante y de té de naranjo a medio beber: el favorito de Gun.

—Siéntate. —Gun baja de la alacena un pequeño frasco de café, junto a la azucarera que pone en la mesa. Off se mantiene en la puerta de la cocina, en silencio, sin entrar—. Off sólo siéntate, no me estás haciendo esto más fácil.

Just OffGun - H.A #35Donde viven las historias. Descúbrelo ahora