𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟑: "𝐂𝐨𝐝𝐢𝐜𝐢𝐨𝐬𝐚"; 𝐭𝐞𝐫𝐜𝐞𝐫𝐚 𝐩𝐚𝐫𝐭𝐞.
𝐍𝐚𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐨𝐦𝐧𝐢𝐬𝐜𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞
—Y entonces... ¿no vas a invitarme un trago? —preguntó Jennie. Lalisa sonrió ladina, removiendo lo que quedaba de la bebida con la pajilla, el hielo comenzaba a derretirse y la aureola de agua marcaba la madera de la barra, con gotas semejantes a las que se deslizaban por la línea media de su espalda. Se limitó a reír nasalmente y le dedicó una mirada sin ladear la cabeza. La respiración de Jennie falló.
—¿No estás demasiado borracha ya, como para querer otro?, o bueno, eso es lo que supongo —cuestionó, observándola, sin ninguna expresión ajena a sus orbes clavados en los de Jennie y su ceja izquierda levantada; sonrió—. A veces el exceso es lo que nos hace decir incoherencias. ¿Mh?
—Siempre quiero más —contrarrestó Jennie, encogiéndose de hombros y contradiciendo la muy anticipada idea que Lalisa había supuesto sobre ella. Inclinando ligeramente la cabeza, agregó—: Ya te convencí —soltó. La pelinegra rio, no contestó. El ambiente era incómodamente sexual, Jennie había clavado su descarada mirada en Lalisa, acariciando su cuello con cautelo, batiendo sus pestañas al mismo tiempo que recorría cada rasgo facial de la desconocida.
Una ingrávida brisa se tropezó contra su cuello descubierto y abrochó el botón de su camisa, repitiendo el trago de whisky, para asfixiar la sensación gélida que la recorrió. Jennie hervía, al contrario de Lalisa, su mente maquinaba intentando encontrar una excusa para que aquella obstinada pelinegra despertase interés en ella, pero para su desgracia, Lalisa era condenadamente astuta. Lo único que resonaba en su cabeza era aquel video porno lésbico, y comenzaba a asustarle aquella mirada penetrante de la mujer, como si fuera lo suficientemente capaz de leer cada uno de sus corrompidos pensamientos.
—No lo creo, no lo haré. No tengo ninguna clase de intención contigo y no dudo que sea algo genuinamente recíproco, el desinterés, digo. Tómalo como un... estoy cuidándote de una futura resaca infernal, supongo que así no suena tan ofensivo.
—¿Cómo estás tan segura de que es recíproco? —insistió Jennie.
—No voy a invadir tu espacio personal para demostrarte semejante imbecilidad, porque sería descortés de mi parte y conservo mi moralidad; si vas a pretender que tienes interés en mí, cuéntaselo a tu cuerpo, porque es el reflejo de lo que fluye ahí dentro. —Empujó el dedo índice en la frente de Jennie—. ¿Realmente crees que no me doy cuenta de lo que haces, o al menos, de lo que intentas? —La castaña tragó duro, la inseguridad se volvía insoportable dentro de ella.
—¿Qué hago, qué intento? —bromeó Jennie, impertinente, pues conocía la respuesta. Lalisa chasqueó su lengua, negando pausadamente. Los comportamientos de Manobal evocaban a Jennie a un espacio donde no se hallaba; aquella lentitud con la que se expresaba, la profundidad de su mirada y la forma en que suavemente recorría todo lo que sus manos acaparaban, lograba que la parte inconsciente de Jennie trabajase sobre su punto neurálgico, evocando y recreando escenarios sexuales que desearía poder eliminar. Era tortuoso observar la morosidad de sus movimientos, e incluso así obtenía la chispa de ingenio que la volvía aún más misteriosa y deseable.
—Coquetear con mujeres no es sencillo, lamento que hayas creado en tu cabeza una idea tan errónea —dijo Lalisa, al mismo tiempo que alejaba su mano de su visión cercana, examinando sus uñas y aguardando con afán la reacción de Jennie a través del rabillo del ojo. La castaña comenzó a sentirse acalorada, a experimentar una sensación calurosa que no se relacionaba con la que debería estar sintiendo. La había hecho irritarse—, pero no te juzgo, tú tienes la experiencia con los hombres, que yo tengo con las mujeres.
—Pues hasta ahora no me has demostrado tener la experiencia de la que tanto hablas. —Se defendió la mayor, sus mejillas estaban bañadas en una abrasadora sensación de calor, y probablemente Lalisa ya lo había notado, pero no le significaba ni un gramo de preocupación. No después de comprender la clase de persona con la que estaba conversando—. Es una lástima que alardees algo que no puedes defender con acciones. —Parloteó. Lalisa mordió su lengua con fuerza, irritada. "¿Quién te crees que eres?", pensó, clavando sus sombríos ojos en ella. Era la primera vez que intercambiaban palabras, y sus personalidades ya comenzaban a desafiarse incómodamente.
—No se debe estar con Dios y con Satán al mismo tiempo, cariño.
—No practico el misticismo, estoy abierta a cualquier cosa que quieras enseñarme.
—¿No crees que deberías redefinir tus gustos sexuales primero?, y lo digo sin intenciones de sacudir tu mente, pero la confusión aburre —masculló. Jennie procuraba arrancarle alguna reacción, pero con Lalisa la realidad la golpearía pronto, pues ser asequible no era una de sus principales cualidades, aunque lograba revolver sus más incrustadas emociones con cada comentario que Jennie largaba de su boca. La compasión de Lalisa se esfumaba poco a poco, pues Jennie había sido de todo menos sumisa—. Si estás buscando que te demuestre algo, este no es tu lugar, preciosa. —La mandíbula de Jennie apretaba, de igual manera que sus débiles nudillos, ahora blancos por la presión y el frío.
—No estoy intentando coquetearte ni tampoco demostrarte nada, estoy intentando ganarme un trago gratis y estás vacilando más de lo que creí, estás llevando esto a un punto lejano. ¿Qué te hace pensar que yo desearía perder mi racha sexual contigo?
—Me sorprende tu sinceridad. —La pelinegra se encogió de hombros—. No deseo saber cómo manejas tu vida sexual, la verdad.
—Perdón por herir tus sentimientos, pero no eres mi tipo. —El semblante de la morena estaba serio, y su mandíbula marcada a tal punto que oía sus dientes frotar y crujir por la fuerza. Arremangó su camisa, intentando desviar la mirada de la castaña que comenzaba a atormentarle la madrugada, mientras blasfemaba mentalmente contra Jennie palabras que ni siquiera ella reconocía. Las contracciones sistólicas y diastólicas estarían rogándole que se tranquilizara en aquel momento, pero para su fortuna el alcohol ayudaba a que su organismo se tranquilizase—. Lo he hecho. —No paraba de provocarla, su boca era venenosa, sus palabras tensas y su cuerpo jodidamente caliente. Una combinación que siempre atraía a la morena. Lalisa gruñó.
—Está bien, no puedo pretender que cada ser humano que me cruce tenga gustos refinados. —Sonrió, abstraída y en busca de una respuesta que hiriere a Jennie sin vulgaridad—. ¿Tengo que anticiparme a algo más?, antes de que me sorprendas de nuevo con alguna otra ocurrencia.
—Nada más de lo que yo desee enseñarte —contestó la mayor. Lalisa soltó una risilla ronca que repiqueteó entre los tímpanos de Jennie; tragó sonoramente—, me gusta mantener el control para mí.
—Entonces estás paseándote por donde no deberías. —Bisbiseó en su oído, Jennie se mordió el labio y los remojó, observando la proximidad que separaba su boca del cuello de la pelinegra—. Si yo fuera tú, no sometería a quien aún no conozco —susurró Lalisa, empujando la copa a medio beber que había pedido. Sus esculpidas uñas golpeando el cristal que se detuvo frente al cuerpo de la mayor—. ¡Señor!, sí, aquí; sírvale a la señorita de aquí un trago, chequee el historial de tarjetas y anótelo a mi cuenta. —La pelinegra le guiñó un ojo al bartender, crujió su cuello y acomodó el saco de su traje en su antebrazo, aprisionándolo contra su estómago para que no se cayese. Al bajar del taburete, sus tacones resonaron y ajustó los ceñidos puños de su camisa; Jennie ojeaba con precaución—. Puedes elegir lo que te apetezca, excepto a mí, claro —susurró en su oído, la cercanía con la que lo hizo erizó los vellos de la mayor y, al alejarse, rozó sus mejillas con intención. Se alejó de Jennie y la mayor se sintió capaz de escucharla alejándose incluso cuando la música parecía carcomerle los sentidos.
¡Muchas gracias por leer! <3
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"Video porno lésbico": Jenlisa.
Fanfiction"¿Qué o quién define tu sexualidad? Jennie Kim es una neoyorquina de pocas palabras. Bae Joohyun (Irene) y Roseanne Park (Rosé), la retaron a grabar un video porno lésbico, después de haber desaprovechado el responder una simple verdad sobre su excé...