"¿Qué o quién define tu sexualidad?
Jennie Kim es una neoyorquina de pocas palabras. Bae Joohyun (Irene) y Roseanne Park (Rosé), la retaron a grabar un video porno lésbico, después de haber desaprovechado el responder una simple verdad sobre su excé...
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𝐍𝐚𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐨𝐦𝐧𝐢𝐬𝐜𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞
Lalisa Manobal caminó hasta los taburetes de la terraza de la discoteca nocturna y cruzó la pierna derecha sobre su izquierda, acomodándose en él, reposando su mano izquierda sobre los bordes del mismo. Acercó la mano libre de bebida a su cuello y desabotonó el primer botón de su camisa blanca, comenzaba a picarle, sumado al ardor de la bebida añeja, el calor del momento y la incomodidad de haber sido botada por el ligue de Jisoo, que se había marchado junto a una tal Rosé. Jennie Kim no se manifestaba por ningún lado y, aunque Lalisa no se encontraba sola aquella madrugada porque podría conseguir los ligues que quisiera, se sentía sola. Encontrarse y sentirse eran, para su querida desgracia, dos experiencias muy desemejantes.
La refinada morena removió el whisky con hielo, moviendo su muñeca en círculos, mientras oía entretenida la conversación de las muchachas junto al pacífico estado de su cuerpo. El barman le había ofrecido una de las últimas exquisiteces incomparables como era aquel Macallan 15Y Triple Cask, ella realmente disfrutaba la buena copa, y el ardor que la mezcla de naranjas, pasas y chocolate dejaban cada vez que el whisky atravesaba su deshidratada garganta y cerraba los ojos como si fuera el mejor sentimiento de la vida; claro, como amante de los singulares tragos, y ahora como admiradora de los gustos personales del bartender de turno aquella madrugada.
—Así que te escondías de mí, eh. —El corazón de Lalisa bombeó impaciente al percibir aquella última y profunda interjección, resonando en su oído izquierdo como un pequeño jadeo, que le bastaba para que su imaginación fluyera a merced de la excitabilidad del momento—. Pues mala suerte, porque me tienes.
"Me tienes"; un par de palabras que habían escapado de los carnosos labios de una Jennie que, apaciguada, amparaba sus brazos a cada uno de los lados de la morena, jugando intencionalmente con el sentido auditivo y táctil de Lalisa. La morena tragó trabajosamente, la mayor sonrió al notarlo, aún pegada a su oreja. A Jennie le sorprendía la despreocupación que comenzaba a experimentar, en cuanto a sus preferencias sexuales, al relacionarse con Lalisa; parecía sumergirse en una realidad exenta de aquellas personas que las rodearan y pudieran observarlas las veces que cruzaban conversaciones, miradas, coqueteos y caricias entre ellas.
Inconscientemente habían comenzado a crear su propio mundo. El nivel de dualidad que ambas compartían las entretenía, y las madrugadas acabadas en amaneceres en el pub, parecían jugarles la contra cuando deseaban coquetear por otros pares de horas, simplemente apoyadas contra una barra impecable de madera de caoba y un taburete desgastado. Los sutiles rayos de sol penetrando sus pupilas, hablaban de conversaciones cuyos trasfondos no eran solo un simple ligue como cualquier otro que ambas hayan experimentado.
—No me escondía de ti, aunque desearía que no hubieras aparecido. Una noche repleta de tranquilidad en mi bar preferido de todo Nueva York, no sería algo que desearía desacreditar. —Se sinceró la maknae, mientras Jennie tomaba asiento y amoldaba un mechón de su sedoso cabello a su forma original. La mayor acabó por sonreír—. Vine aquí para purificar mis pulmones y tú vas a dañártelos. ¿Sueles ser tan terca? —expresó Lalisa, al percatarse de que Jennie llevaba consigo un paquete metalizado de cigarrillos sin olor, y comenzaba a abrir el envoltorio transparente que cubría a la caja.
