capitulo 17

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Cuando llego me paro cerca de la puerta y asomo un poco la cabeza para ver dentro y comprobar que no hay nadie sin embargo, veo a la señorita Penelope hablando por teléfono de espalda a la puerta y aprovechando entro y me meto debajo de la mesa que está en el centro—si, ya lo sé—escucho que dice—mañana mismo alguien se va y tendremos espacio para más personas.

Ella termina de hablar y cuelga para después irse. Hago como que voy a salir pero entra un niño entonces me quedo quieta debajo de la mesa.

Se acerca al teléfono y mira detrás de sí como verificando que no hay nadie—acaso él...—me doy cuenta que al parecer piensa hacer lo mismo que yo solo que en ese momento cuando está marcando el número llega la señorita Penelope.

—¿Qué estas haciendo pequeño mocoso?—le arrebata el teléfono de las manos.

—Es que...—responde él mirando al suelo.

—¿Qué?

—Q-quería l-llamar...—tartamudea nervioso.

—No me digas que querías llamar a tus padres—lo mira con mala cara y el hace una mueca.

—Bueno...sí.

—¿Acaso crees que le importas a tus padres?—él no responde—¿qué, te comió el gato la lengua?

—Creo que si les importo—responde al fin.

—Vaya, ¿en qué burbuja estas niño?—pone el teléfono en su lugar—¿no te das cuenta que si te trajeron aquí es porque para ellos eres un estorbo?—dice y veo que se le agolpan las lágrimas en los ojos a él—¿ahora vas a llorar?—se le comienzan a salir las lágrimas sin parar y ella saca un pañuelo de su bolsillo pasándoselo y él lo deja caer.

Se agacha a recogerlo y yo contengo la respiración. Me observa como asombrado y yo le hago señas de que haga silencio—de pie o ¿piensas quedarte en el suelo?—lo jala por la camiseta—ya no llores y aprende a ser un verdadero hombre—él seca sus lágrimas—ahora vete a tu cuarto—él asiente con la cabeza y camina hacía la salida.

La señorita Penelope se sienta y saca un cigarrillo de su bolsillo encendiendolo para luego empezar a fumar. Pasan como cinco minutos y yo ya siento un calambre en uno de los pies haciendo que me sienta incómoda. 

—Oh ese pequeño mocoso se quedó con mi pañuelo—apaga el cigarrillo y se levanta.

La veo salir de la sala y salgo debajo de la mesa aliviada de que puedo estirar los pies—tengo que darme rápido—reacciono y tomo el teléfono marcando el número que yo recuerdo—espero no lo hayan cambiado.

Lo cogen—hospital San Carlos—dicen y yo sonrío feliz de que sea el mismo número.

—Hola, quiero saber una información de una paciente.

—No puedo brindarle información al menos que sea un pariente o familiar.

—Soy su hija

—Ah entonces sí.

—Bien, ¿me podría decir si la mujer Rose Cooper Rochester esta todavía allá en el hospital?

—Espera un momento—manifiesta y tarda como dos minutos lo que hace que me desespere—ya está, si ella se encuentra aquí todavía. 

—Que bien, ¿cómo está?

—Bueno según veo mañana la van a desconectar por así decirlo.

—¿Qué dijo?—no me creo lo que dice.

—Si, como escuchó.

—¿Y los familiares aprobaron eso? o sea, ¿mis abuelos estuvieron de acuerdo? si llegaron a hablar con ellos sobre eso—digo con la esperanza de que diga que no.

Enamorada de mi ángel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora