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𝑳𝑨 𝑷𝑬𝑳𝑰𝑵𝑨𝑹𝑨𝑵𝑱𝑨 𝑨𝑷𝑹𝑬𝑻𝑨𝑩𝑨 𝑪𝑶𝑵 𝑳𝑶𝑺 𝑫𝑰𝑬𝑵𝑻𝑬𝑺 un bolígrafo negro que se hayaba en su mano izquierda

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𝑳𝑨 𝑷𝑬𝑳𝑰𝑵𝑨𝑹𝑨𝑵𝑱𝑨 𝑨𝑷𝑹𝑬𝑻𝑨𝑩𝑨 𝑪𝑶𝑵 𝑳𝑶𝑺 𝑫𝑰𝑬𝑵𝑻𝑬𝑺 un bolígrafo negro que se hayaba en su mano izquierda.

El salón de clases se encontraba en un silencio sepulcral, nadie hacía ruido o no movían si quiera un mínimo músculo de su cuerpo. Las neuronas de los adolescentes trabajan a mil por hora, intentando concentrarse en dar lo mejor de ellos en el examen que tienen al frente suyo.

El profesor Jefferson observaba que ningun estudiante de su aula realizara trampa en su examen de historia.

Megan volteó a ver discretamente hacia una muchacha a su derecha que se dictaba las respuestas en volumen bajo, corrió su vista y observó a Emmett escribir sin detenerse. El estaba escuchando todo lo que ella decía. La ojiazul sonrío divertida al ver lo gracioso que se veía el grandulon en la pequeña silla.

—Señorita Lennox, ¿tiene algo de interesante el señor Cullen? —habló el profesor, a sus espaldas, con voz fuerte y clara.

Todo el curso se volteó a mirarla, incluso Emmett. Ella quitó rápidamente la vista y se dirigió al profesor, que esperaba una respuesta. En su cuello sentía miles de cuchillas clavarse y tragó saliva con dificultad.

De repente un extraño mareo la hizo tambalearse en su lugar y meneó la cabeza sutilmente para que nadie lo notara. —Para nada, profesor Jefferson. —respondió con una sonrisa fingida, mientras le tendía el examen terminado, y él lo tomó con cautela. —Ahora, ¿puedo ir al baño?

—Si, puede retirarse. —terminó dándose la vuelta, para volver a caminar por todo el salón con el examen en su mano.

Megan tomó su diminuto bolso y se levantó de la silla con intención de irse de ese horrible lugar. El olor a sudor que impregnaba el aula la estaba repudiando a gran escala y quiso vomitar.

Apretó sus brazos contra su cuerpo y siguió su camino hasta las instalaciones de baños. El frío pegaba con fuerza al pequeño pueblo de forks, se podían observar con claridad las plantas heladas y a las personas demasiado abrigadas.

Megan estaba muy segura que se llevaría un buen resfriado por todo el frío que calaba por sus huesos. Frente a los baños instantáneamente un fuerte dolor hizo presencia en su cabeza, causando el detener de sus pasos. El pequeño bolso de Megan cayó al duro suelo, mientras que la ojiazul se tambaleaba hasta empujar con fuerza la puerta de los baños y sostenerse del lavamanos de cerámica, evitando desvanecerse en el suelo.

La cabeza comenzó a darle vueltas y su cuerpo comenzó a sudar, se quitó el abrigo con máxima velocidad mientras hacia muecas al sentir su cuerpo arder del calor.

No le prestó atención si alguien se encontraba escondido en el baño, su atención solo estaba en ella mientras pensaba en qué le estaba pasando. Levantó la cabeza para ver su reflejo en el espejo, y éste le devolvió la mirada con total palidez, sin ningún pigmento en su piel.

𝐄𝐭𝐞́𝐫𝐞𝐨 | 𝐓𝐖𝐈𝐋𝐈𝐆𝐇𝐓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora