Tony estornudó y se encogió sobre si mismo, apoyado como estaba contra la baranda.
—¿No tienes frío? —preguntó Steve, saliendo también a la terraza.
—Estoy bien —contestó Tony, encogiéndose de hombros.
Por el contrario, Steve se dio cuenta de que Tony tenía la piel de gallina y estaba incómodo.
—¿No sería mejor que entraras? Acabarás poniéndote enfermo.
—No, necesito un momento fuera del taller para organizarme las ideas.
Steve observó su expresión cansada y alicaída.
Sabía que había pasado algo, que algún recuerdo había estallado en la cabeza de Tony como una mina. No le diría nada, lo sabía, y tampoco tenía forma de sacarlo de su ostracismo.
Steve camino hasta él y se ubicó a su espalda, rodeando sus hombros con su chaqueta en un abrazo.
—¿Qué haces?
—¿Sigues teniendo frío? —preguntó a modo de respuesta Steve.
Tony se quedó un momento en silencio, tenía ganas de observar la expresión de Steve, pero en esa posición no podía. Suspiró, con una sonrisa resignada, tirando ligeramente de la chaqueta de Steve.
—Ya no.
Con una sonrisa, Steve apoyó la mejilla sobre la cabeza despeinada de Tony dando paso a un agradable silencio..