El alcalde y sus dos... ¿consejeros?

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El sol comienza a molestarlo, directo en el rostro cuando apenas está despertando, se queja con un gruñido por no recordar cerrar las cortinas anoche.

Es domingo, así que puede tomarse la mañana aún, la alcaldía solo abre desde el mediodía ese día.

Trata de removerse, pero en cuanto lo intenta, no solo no lo consigue por el par de brazos que lo atrapan, sino porque él mismo está abrazando al otro y este se queja dormido por el movimiento.

Ríe, porque ambos se acurrucan aplastándolo más, impidiéndole moverse.

-Es muy temprano, Luzu. -Se queja quien está frente suyo, dándose media vuelta y envolviendose a sí mismo en ambos pares de brazos. -Quédate otro rato...

-Nos dormimos con el uniforme, mi amor, tenemos que lavarlos para la tarde.

-Luego. -Responde el otro, dejando besos en su cuello para luego suspirar profundo y acomodar su nariz entre los cabellos castaños del mayor.

-Venga, vamos. -Ambos chicos de mechón sueltan una especie de gruñido, en negación aún. -Es en serio, al menos sueltenme, les haré el desayuno.

-No. -Finalmente, el que está detrás suyo lo suelta, y se sienta en la cama. Mientras se frota el rostro con una mano, la otra pasa por su cuerpo y le acaricia uno de los muslos. -Está bien, te ayudaré. Deja al vago dormir.

-Calla, tonto. -Se queja el otro, mientras va soltandose del abrazo con el alcalde (muy de mala gana) -Vamos, son un caso los dos.

Ambos chicos se levantan y el castaño se sienta en la cama, se apresura en tomar ambas manos y echarlos a ambos de nuevo en la cama junto a él, obligandolos a recostarse sobre su pecho, sobre la arrugada camisa de la que solo se desprendió dos botones para poder dormir.

-Buenos días. -Suelta burlón, y les deja un beso en la frente a ambos. Uno de ellos se sube sobre su regazo y ambos miran mal al castaño. -¿Qué? Antes de desayunar quiero afecto de mis novios, ¿es tanto pedir? -Hace un puchero, y ambos Auron's suspiran rendidos.

Y así empieza otra mañana, entre dulces besos y caricias suaves, un amor inigualable entre el alcalde y sus niños, quienes no solo eran los únicos que le demostraban ser su único apoyo incondicional, sino también los amores de su vida. Las únicas personas con las que le gustaría compartir su espacio el resto de su vida. Porque lo complementan, llenaron ese vacío que existía en él hace tanto tiempo.

Son la luz de su vida.

-Los amo mucho, bebés.

Ambos susodichos le siguen llenando el rostro de besos, ahora con una sonrisa mucho más grande.

-Y nosotros a ti, mi niño.

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