IAN

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En el fondo, Ed me da un poco de pena.

Debe ser agotador fingir durante 24 horas al día ser el chico perfecto. 
A ver, que no me molestaría de no ser por el hecho de que lo envidio un poco. Ed me gusta mucho. En un sentido romántico.
Quizás no es envidia. Quizás son celos. No lo sé.

Lo único que sé es que mi corazón se ha partido en mil pedazos al ver la escena de la biblioteca. Ed diciendo que Mela le gusta. Ed besando a Mela. Ed abrazando a Mela. Mela devolviéndole el abrazo a mí  Ed. Que ya nunca será mío.
Debería haberlo suponido.
A Ed nunca podría interesarle yo. Él sólo me ve como un amigo. Lo que pasó en verano fue un error. Fuí un error.
Salgo corriendo con los ojos picándome por las lágrimas. Derrapo por el pasillo de la primera planta y voy hacia los baños.

Hostia puta.

Al llegar a los baños me acuerdo de quién soy. De qué soy. La razón por la cual no voy al baño en el instituto, pues ya no es un sitio seguro para mí. Tampoco puedo ir a la biblioteca, porque están Ed y Mela besándose.
No hay sitios para que me regodee en mi desgracia, así que me limpio las lágrimas y los mocos y respiro hondo.
No voy a permitir que ese imbécil que lleva todo el año jugando conmigo me amargue la existencia.

Vuelvo al laboratorio de química con pies ligeros, no quiero que ningún profe de guardia me vea saltándome clases ya el primer día de curso. 

Cuando entro, solamente Misa parece haberse dado cuenta de que he llorado, pero no hace preguntas. Simplemente me aprieta el hombro cuando me siento a su lado y saco el libro.
Fingiendo que todo va bien.
¿Acaso no es verdad?

No tenías oportunidades. Nunca las tuviste. Él sólo quería a Aitana.

Eso me duele.
Aguanto lo que queda de mañana sin apenas levantar la cabeza de los libros.
Nadie me pregunta si estoy bien. 

A nadie le importa eso.

Cuando suena el timbre del final de la mañana, agradezco mucho el hecho de que no he coincidido con ninguno de los dos en toda la mañana.
Seguro que seguían besándose.

Salgo del instituto como un fantasma. Todo el mundo se marcha con sus amigos, pero yo no. Yo me voy sólo a casa. Y no quiero.
Porque sé lo que va a pasar.

Doy vueltas como una peonza desgastada por el patio hasta que el desagrado del conserje se hace demasiado evidente, y entonces me voy hacia casa dando un rodeo.
Ed no ha mandado ningún mensaje, supongo que no se enteró cuando salí de la biblioteca.

Estoy tan ensimismado que apenas me doy cuenta cuando llego a la zona peligrosa.
Voy tan distraído que no veo cuando él se acerca a mí.
Soy tan estúpido que cuando lo veo, él ya me ha visto.

Se acerca y me dice:

- Hola, Aitana.

Holas.
Doble actualización, porque me sentí orgulloso de mi arranque emocional y escribí dos capítulos.


Tengo un secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora