Tornasol

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Y luego cada uno cae a mí como pesados picaportes.
Desploman una por una las puertas que mantienen mis sueños ocultos.
Me deshago del olvido y desenpolvo agradables momentos que nunca viví.
Pero al poco rato me abandonan y dejan, como hijos fugaces que en bucle regresan cuando se sienten solos.
Maldigo mi pincel bondadoso y libre por haber creado tales bellezas, cuya majestuosidad se me escapa de las manos.
Y temo por mí y la mía ira cada vez que me levanto.
¿Existirá una condena para esta mente vagabunda, peor que mostrarle charcos de mundos que se anhelan por sí solos?
Mundos destinados a hundirse en arena por mi propia obra basura.
Destrocen el cuerpo y la carne mil perros campantes, uno por cada sueño que este servidor añora recuperar del todo.
Y aún así os estaría faltando el respeto.
Así de grande es el tamaño de las penurias que solo a este idiota importan.
Así de pesada es la condena que está obligado a pasar cada día de su vida.
Pero ni así de grande ni así de pesado es comparado con las proporciones de mi vasta estupidez.

Alegorías al vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora