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-SH-


Me había despedido de los chicos ya que debía de ir a mi trabajo de medio turno.

Seguía visitando la pista de patinaje donde iba desde pequeño, debido a esto, la señora Thompson quien es dueña de la pista, decidió darme un trabajo de medio turno y consistía en darle clases a los más pequeños y a uno que otro adolescente o adulto a patinar.

A decir verdad, eso me encantaba.

Llegue a mi auto al gran estacionamiento de la pista de patinaje.

Baje del auto poniéndole alarma y me coloque mi bolso en mi hombro izquierdo y camine hacia las grandes puertas de cristal.

Salude a Woojin que justo lo encontré comiendo un bocado de su sándwich, al escucharme me hizo una reverencia en modo de saludo, yo asentí con la cabeza. Al principio casi no hablábamos pero por arte de magia nos hicimos amigos y cuando digo por arte de magia me refiero a la señora Thompson, no eramos amigos tan cercanos pero si era de los que puedes hablar casualmente. 

 Fui a los lockers para poner mi bolso y de ahí saque mis tan apreciados patines.

Mientras me los colocaba escuche como empezaron a llegar personas y una sonrisa apareció en mi rostro.

Un ding hizo que sacara mi teléfono.

Era Ni-ki pidiéndome que de regreso a casa le comprara de cenar o mejor dicho la cena para los 7, su excusa fue porque según no había ido con ellos a la reunión que ellos habían hecho el fin de semana pasado.

Guarde mi teléfono en el locker que era para los empleados del lugar y fui hacia la puerta donde estaban los pingüinos que ayudaban a los niños a patinar.

Espere a que llegar algún infante para decirle si quería utilizar el pingüino o yo mismo lo ayudaba, en todo caso siempre iba a lado de ellos.

Durante la primera hora solo le ayude a una señora que no parecía querer pisar la pista pero su esposo rebosaba de alegría al estarse dando contra la pared de la pista.

Cuando por fin logre convencer a la señora y la tenía agarrada de ambos brazos empezamos a dar la primera vuelta.

—Eres muy guapo.

Me dijo y yo solo asentí con la cabeza porque tenía toda la razón.

Pero aun así logro sacarme un leve sonrojo en mi rostro.

Mientras iba agarrando más confianza la fui soltando poco a poco hasta que por ella misma logro dar una vuelta completa junto con su esposo.

En eso se escucharon unas risas que venian del segundo piso, logre ver a la señora Thompson junto con varias personas siguiéndola en una fila, entonces recordé lo que habían dicho mis compañeros de la pista, estaban contratando a mas empleados. La verdad no sabia el porque si con los que estábamos era suficiente.

Al terminar mi turno me saque mis patines y fui por mi zapatos, el lugar a pesar de un poco tarde seguían muchas risas y carcajadas de la gente.

Cuando iba hacia los lockers me percate que había una chica buscando algo y solamente a esta hora yo era el único que terminaba el turno, los demás salían un poco más tarde por lo que me pareció raro que estuviera en ese lugar.

—Estos son los lockers de los empleados, los de los visitantes están al otro lado.

Y señale al lado contrario de la pista.

—Lo sé—. Me respondió aun sin darme la cara.

Su voz no se me hacía conocida.

—¿Tienes algún pase o tu tarjeta?

Solamente asintió y se acercó al locker de Logan.

Por mi parte me recargue en el marco de la puerta viendo los movimientos de la chica castaña.

Tardo unos cuantos segundos en abrir el locker y sacar un teléfono. Por mi parte solamente pude negar con la cabeza, otra vez se le había olvidado el teléfono a ese chico.

No me alcanzarían los dedos de las manos para contar las veces que me pidió que le pasara a dejar su teléfono hasta su casa porque lo había olvidado.

Al principio me pareció que era raro por la confianza que me tuvo al primer momento que nos conocimos, pero al final resultó ser un buen chico un tanto despistado.

La castaña cerró el locker y por fin nuestras miradas se conectaron.

Con pasos firmes fue hacia mi dirección y al pasar a mi lado me señalo el teléfono y la tarjeta de empleado de Logan, después de eso se retiró.

La vi marcharse hasta que desapareció por las grandes puertas de cristal.

SnowflakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora