PROLOGO

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Golpeo una vez más la dura puerta con fuerza, mis dedos están destrozados y mis puños no dan para más y no puedo estar segura de sí estoy sangrando ya que la oscuridad en la habitación es demasiado espesa que si no fuera por la luz de la luna entrando por la ventana podría asegurar que siempre he sido ciega.

¿Hace cuánto no veo la luz del día? ¿Cuánto tiempo más pasaré sin verla? ¿Cuándo es que mi carcelero volverá y pondrá de nuevo en blanco mi mente?

Desde que llegue aquí mi mente está llena de lagunas que cuando creo que empiezan a llenarse todo se va al diablo en cuanto sus colmillos vuelven a encajarse en mi piel, en cuanto comienza a alimentarse de mi sangre de tal forma que me tiene hastiada.

Creí que solo sería cuestión de tiempo, o al menos eso había leído. Creí que solo sería su fuente de alimento por al menos una semana antes de que se aburriera de mí y me matará, pero no fue así. Incluso una parte enorme de mí hubiera preferido la muerte antes que seguir atada a este lugar en donde no puedo siquiera atravesar la puerta sin que me recluyan de nuevo esos malditos vampiros.

¿Cómo mierda es que terminé aquí si tan solo me encontraba pasando una buena noche en la ciudad? Al menos puedo dar gracias que hace cinco días el individuo que se autodenomino mi amo no me ha buscado para alimentarse, eso ya es ganancia.

—¡Maldición!

Grito con todas mis fuerzas y lanzo contra la pared el plato de comida que me dejaron hace unas horas. Tal vez si dejo de alimentarme muera o mi sangre se haga menos atrayente para él y así me libere o me mate, ya cualquier cosa es buena en lugar de seguir aquí.

—¿Podrías callarte por un segundo, niña? —Entra como un tornado Vanya, una de mis cuidadoras—.

—La verdad es que no, eres inmortal así que tienes muchos segundos de silencio por vivir. —Contesto valientemente, plantándome frente a ella—.

—Tienes suerte de que no podamos tocarte ni un pelo...

—¿Por qué no te animas? —La reto—. Anda, hazlo, acaba conmigo como sé que has querido hacerlo desde que me conociste.

—Tan solo quisiera clavarte los dientes en el cuello y así saber porque eres tan especial para Draven.

—Por favor, te pido que lo hagas y me digas lo que encuentras. —Me acerco más a ella, ofreciéndole mi cuello—.

Veo el deseo en sus rojos ojos, señal de que acaba de alimentarse, pero aun así está siendo totalmente tentada a atacar mi cuello y casi canto victoria cuando sus colmillos asoman. Sé que ella no podrá detenerse, si mi sangre es tan especial como Draven dice tan solo un trago será su perdición, pero también la mía y es algo que estoy dispuesta a asumir.

—Hueles demasiado bien. —Susurra en medio de la oscuridad y espero sentir el par de pinchazos en cualquier momento—. Pero si te toco al menos un dedo Draven me matará y tu misma lo dijiste, me quedan muchos segundos de vida por delante y no pienso perderlos por ti, Marie.

—Por favor, Vanya...

—Ya suficiente castigo tienes con saber que Draven no se deshará de ti y que por lo que reste de tu vida mundana no conocerás otro lugar más que este.

Me dedica una última sonrisa satisfecha y sale de la habitación, azotando la puerta tras de sí. Me permito quebrarme solo un poco, pero el momento termina cuando siento una lágrima empapar mis labios por lo que doy por finalizado el drama y me dejo caer en el sofá junto a la ventana, viendo la hermosa luna, esa que ya jamás volveré a ver sin que este maldito vidrio este de por medio.

Tal vez es momento de que lo acepte. Es hora de aceptar que aún a pesar de la realidad a la que siempre estuve acostumbrada ahora me he convertido en la obsesión de un vampiro desquiciado. Una obsesión muy poco sana. 


Mi Mate. Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora