CAPITULO 5

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MARIE

Abro los ojos y mi consciencia aún dormida se sobresalta un poco al ver al hombre que duerme junto a mí tan plácida y plenamente como yo me siento esta mañana. Luego de incontables noches de insomnio, puedo decir con toda certeza que esta mañana me siento realmente descansada lo que es magnífico considerando que ni siquiera recordaba cómo es que era sentirse así. Y todo gracias al hombre que al parecer se ha convertido en mi compañero de pijamadas.

Tres segundos es lo que tardo en comprender del todo que una de las razones por las que dormí tan bien es gracias a él, a James Beck. Me fuerzo a creer que se debe solo a que gracias a sus luciérnagas mágicas no tuve por qué temer a la oscuridad porque el admitir que su compañía tiene mucho que ver me aterra. Me aterra tanto como lo que me dijo anoche.

La claridad llega del todo a mí y el pánico y a la vez alegría me invaden al recordar sus palabras. Quiere que me enamore de él y es que después de lo de anoche la palabra sencillo es muy poco a como me resultaría enamorarme de él, pero esa tarea se complica un poco cuando como yo no tienes ni la más mínima idea de cómo se supone que el amor debe sentirse.

Mi padre murió al igual que mi madre, nunca he tenido novio o amigas y no tengo idea de si volveré a ver a mi tía, con quien comparto una relación muy oxidada y no en el sentido en que no nos queramos, claro que lo hacemos, pero ambas sabemos que es un amor granate.

Si, total y completamente aterrador que alguien diga que puede hacer que te enamores de él y que prácticamente esa persona sea perfecta y que ni aun así pueda ser capaz de saber del todo si podre corresponderle por la enorme ineficiencia que tengo si de amar a las personas se trata.

Regreso a la realidad que es igual de aterradora y es entonces que me doy cuenta que en algún punto de la noche el meñique de James y el mío se unieron, entrelazándose, como un mini apretón de mano y no puedo evitar la extrañeza al contemplar esa pequeña unión, que si puedo ser sincera no sé ve nada mal.

—¿Qué mierda estoy pensando? —Retiro del todo mi mano y me la llevo a la boca para así poder callarme al ver como James se remueve—.

Ruego porque no se despierte y todo parece ir bien. No ha despertado. Menos mal.

Salgo de la cama lo más delicadamente posible y tratando con todas mis fuerzas no hacer ningún ruido al ir hasta las cortinas y correrlas. El sol no tarda en salir y no quiero que eso sea lo que despierte a James. En los libros pueden contarlo como lo más lindo y normal del mundo, pero la realidad es que es molesto, al menos me supongo que lo es para las personas que la oscuridad no es su peor enemigo.

Sigo con mi camino silencioso hacía la puerta, pero me detengo un momento sin saber que hago hasta que ya lo estoy haciendo. Observo a James dormir, su semblante relajado, su negro y algo rizado cabello, la forma en que duerme con el brazo bajo su cabeza marcando sus músculos y de nuevo regreso a la realidad al preguntarme, ¿Qué mierda estoy pensando?

Al fin luego de lo que pareció una eternidad abandono la habitación y en cuanto cierro la puerta un suspiro de completo alivio abandona mis labios.

—¿Huyendo tan temprano? —Dice alguien a mi espalda haciéndome dar un pequeño salto por la impresión—. Lo siento, Luna, no pretendía asustarla.

Me giro a encarar a la persona causante de mi sobresalto y me encuentro con un chico de unos diecisiete años, el cabello tan negro como el de James, solo que él lo lleva lacio y tiene unos alucinantes ojos azules.

—¿Quién eres tú? —No puedo detener mi boca antes de preguntar—.

—Lo mismo podría preguntarte. —Me mira, aparentemente divertido. Tal parece que le causo gracia—. Si no supiera quién eres ya.

Mi Mate. Mi LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora