*°16°*

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—¿Qué paso? — dijo después de gritar al verse desnuda junto a su esposo

Su respiración era rápida, estaba sudorosa y sentia un ligero calor en su piel, no comprendía nada, no recordaba nada, bueno... Casi nada, solo tenía vagos y confusos recuerdos.

—Christine lo siento, anoche tenías fiebre y estabas delirando, yo te coloque compresas, incluso te lleve a la tina para que tú fiebre bajara pero...

—¿Y porque estás sin ropa? — dijo ella mirando hacia la tina, si, quizás tenía razón porque se sentía mal, pero... ¿Él sin ropa?

¡Oh cielos! Habría hecho algo, peor aún, había dicho algo.

—Estuvimos anoche, lo siento no pude evitar cuando me buscabas.

—¡QUE YO TE BUSQUE! dime qué es una broma, yo no haría eso y menos...

Menos porque se sentía completamente desnuda cada vez que él la tomaba entre sus brazos, no era un desnudo físico, más bien era un desnudo del alma, algo que no podía describir con simples palabras.

—¡Que! Ahhh ya entiendo, entonces ¿No podrías buscar a tu esposo porque tú estatus lo impide? — contestó con tono irónico

—Si, conozco mi lugar, soy una dama respetable, por eso no te creo, seguramente te aprovechaste de mi debilidad en ese momento, definitivamente a tu lado no estoy protegida, de ahora en adelante saldré con mi doncella.

—¡El que da las órdenes soy yo!

—¡No me importa, así que sal de la habitación!

—Al menos da las gracias.

—Ya te cobraste así que no te debo nada Lord Berry.

Daniel se cambió en minutos y bajo para que alistaran el carruaje, debía regresar rápido, esa mujer lo estaba exasperando.

¿Qué no está protegida? Estúpida mujer, se había desvelado por cuidarla y así pagaba, si, es mejor que ahora en adelante saliera con la doncella, así no se tendría que preocuparse por nada.

Aunque en el fondo estaba tranquilo porque ya estaba mejor, se notaba débil todavía, quizás tendría fiebre, pero por su manera de discutir ya no era nada grave, tendría que mandar a llamar al doctor nuevamente. Pero si lo veía de otro modo ella tenía razón, se había aprovechado de ella en su enfermedad, así ella hubiese sido quien lo buscará el había fallado, pero era algo que no admitiría, jamás.

Christine se quito la sabana con la que se cubría y entro a la tina nuevamente, está vez estaba conciente, por más que tratara de recordar no podía ordenar sus recuerdos, eran vagos, borrosos y algo escalofriantes. El agua llegaba hasta la cintura así que tomo el cuenco y empezó a rociarse el cuerpo cuando de pronto una imagen de él sentado junto a ella vino a su mente.

Abrazo sus piernas y coloco el rostro estre sus rodillas, no estaba disgustada porque hubiesen estado, era más bien vergüenza por no saber que había hecho y... Si ella lo había disfrutado como las otras veces, quizás también sentía rabia por no estar conciente en ese momento.

—Por fin bajas, ya te... ¿Qué sucede? Estás pálida.

—Creo que dure más de la cuenta en el agua, cuando salí me sentí mareada, pensé que pasaría.

—¡Vamos directamente al médico... Y muévete lo más rápido que puedas! — ordenó al lacayo

Christine subió con ayuda de su esposo al carruaje, la fiebre estaba aumentando y aunque ya no alucinaba, no estaba del todo conciente.

El viaje de regreso fue preocupante, Christine había dormido todo el camino pero no de una manera calmada, ya que no paraba de quejarse y respirar con dificultad.

—¡Doctor! — los gritos alarmantes de Daniel hicieron que el doctor Relish saliera de inmediato —Es Christine...

—¡Santo cielo! ¿Qué le sucedió está vez?

Mientras la ubicaba en la cama y el doctor la revisaba, Daniel relataba lo sucedido al doctor, omitiendo algunos detalles que seguramente no era de suma importancia contar.

—Ya veo, pero no sé preocupe Milord, cómo le dije la última vez, no es de alarmarse, pero estoy seguro que esa enfermedad repentina se debe al cambio de ciudad, además de presentar un cuadro gripal, si bien es delicado, con un buen cuidado pasara rápido, le recomiendo Milord que cuando puedan cambien de aire de manera constante,  eso le ayudará a tolerar un poco la presión de la zona.

—¿Seguro? No es que no crea en su dictamen, es solo que ya ha sucedido varias veces y...

—No tiene que preocuparse, es normal que algunas jovencitas les suceda eso a menudo, quizás se ha serenado más de la cuenta.

El doctor tomo un papel y le recetó infusiones y algunas medicinas para el resfriado, también le indico que la visitaría en un par de días para saber cómo continuaba de su estado gripal.

—No, ella solo ha salido durante el día, tal vez sea por la lluvia de anoche,  de todos modos le agradezco doctor, realmente pensé lo peor, pasamos muy mala noche — bueno, al menos gran parte de ella.

—Es poco probable pero, quizás sea por ello, le acabo de dar un jarabe que traje del otro continente, quizás la mantenga dormida lo que resta del día, así que no se preocupe si no despierta pronto.

—Nuevamente gracias...

Daniel tomo a su esposa en brazos y salió de allí, habían durado al menos una hora y ella no se había despertado una sola vez, ell jarabe se lo había dado a pequeños tragos, la fiebre la tenía casi anestesiada y ahora con ese jarabe estaba peor.

—¡Milord! ¿Qué le ha sucedido a la señora?

—Ha contraído una fuerte gripe, el doctor dice que quizás fue el sereno

—El sereno... — el ayuda guardo silencio, sabía perfectamente que la señora había salido hacia varias noches para encontrarse con el Lord Cass, quizás sería por esa causa que se encontraba así. —La señora no ha salido

—Lo se, puede ser testaruda y caprichosa, pero no haría nada sin que yo me enterara.

El ayuda asintió sin decir palabra, si su amo supiera lo que la señora hacia, era capaz de correrla de la mansión.

—Ire a llamar a la doncella, será mejor que la cambie y la ponga cómoda.

Era la segunda vez qué Daniel contemplaba a su esposa y veía un aire puro en ella, cuan diferente era una vez abría los ojos, se volvía insoportable y rebelde, hasta que el crepúsculo emergia, en ese momento todo su ego era reemplazado por un deseo arrasador, justo en ese momento él tenía todo el control, ahí es donde el podía apoderarse de ella, de su cuerpo, de su voluntad...

—Christine, eres una mujer peligrosa... — susurro mientras acariciaba sus labios.

—Permiso Milord, me dicen que mi ama está muy enferma...

—Si... — afirmó Lord Berry aclarando la garganta —encargate de ella, el lacayo ya viene con la medicina, cámbiale de ropa y demás, yo debo salir.

—Si Milord, la cuidare muy bien.

Un Destino Soñado (Serie Nobles Desamores III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora