*°3°*

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Después de la repentina y extraña visita de Kerwin, Chris pudo tomar el baño que tanto deseaba, la tensión por tener que omitir la visita de Lord Cass y al mismo tiempo hablar con su esposo sobre su familia, hicieron que tomara el baño con el agua más caliente de lo usual, necesitaba bajar la tensión en su cuerpo, además de trabajar su mente para descubrir la verdadera personalidad de su esposo, sabía que no era un hombre malo por como trataba a sus empleados, pero con los actos ocurridos durante el día, también descubrió que podía ser implacable.

—Carmín puedes irte a descansar, no creo que salga en toda la noche de la bañera — la chica abrió los ojos sorprendida y aunque ella tenía los ojos cerrados sabía que Carmín creía ciegamente en todo lo que le decía —No te tomes todo tan a pecho, no durare toda la noche, pero si quiero disfrutar del agua un buen rato.

—¿Está segura Milady?

—Si, vete — dijo Christine sin abrir los ojos

La doncella salió dispuesta a descansar mientras su señora se relajaba entre la luz de las velas y varios pétalos de lavanda sobre el agua, sin querer se había quedado dormida por leves minutos, la vela aún no estaba consumida y el agua se había enfriado un poco, aunque no lo suficiente para resfriarse.

Desde el umbral de la puerta compartida Daniel había estado observando absorto la imagen de su esposa dormida en la bañera, sin duda le parecía una mujer hermosa aunque en sus pensamientos seguía vivo el recuerdo de su amada Eleonor.

No podía olvidarla.

No sé lo merecía.

Pero la imagen de su esposa le nublaba todos sus sentidos, lo hacía descontrolarse... Peor aún.

Lo hacía dudar sobre sus sentimientos.

Un movimiento de Christine lo hizo volver a la realidad, intento cerrar la puerta, aprovecharía que no lo había visto, con eso no daría explicaciones, pero verla allí, con su piel brillando por el reflejo de la luz con el agua, verla sentada en la tina jugueteando con el agua, ver sus facciones tan delicadas lo hicieron tambalear.

—¿Quien está...? — un sonido metálico resonó en la alfombra asustando a la joven —Daniel...

Tanto desear que la visitará y justo cuando lo tenía al frente no era capaz de articular palabra, tan pronto como recordó en las condiciones que se encontraba quizo cubrirse pero un mal movimiento hicieron que resbalara.

—¿Estás bien? — La gruesa y fuerte voz de su esposo seguían alterando su sistema nervioso.

—Si... No fue nada, lo siento, yo...

Sus vanos intentos de formar una oración quedaron en los ojos de su esposo, quien la veía de una manera diferente, era como si se tratara de otra persona.

—La ayudaré a llevar hasta su cama

Daniel la ayudo a salir de la bañera sin quitar sus ojos de los de ella, quien solo se limitaba a observarlo y a apretar la manta con la que estaba cubriendo su desnudez.

Cómo si no la hubiese visto antes, bufo en sus hilarantes pensamientos.

Aunque ahora era diferente, si analizaba a su esposo, su mirada era oscura y tenía un brillo que nunca había visto en alguien, incluso hacía que su piel se erizará y eso la hacía colocar... ¡Santo cielo! Estaba deseando que la hiciera suya nuevamente.

Quería sentir su piel acariciando la de ella.

Quería sentir aquello que no tuvo oportunidad de experimentar con mayor ímpetu la noche de bodas.

Quería que se apoderará de ella...

¡Libidinosa!

Se reprendía tratando de controlar lo que sentía, pero su cuerpo estaba deseando aquel placer carnal como una mujer mundana, no, no podía, ella era una dama... Así no quisiera debía comportarse.

Un Destino Soñado (Serie Nobles Desamores III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora