8. Un viejo amigo

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—Así que la niebla tóxica proviene de la montaña —musitó Bellamy.

Raven tenía razón, me estaba siendo imposible creerla. Asentí levemente, más para autoconvencerme que para contestarle a él, y solté un quejido en voz alta. Me sentía frustrada, engañada después de tanto tiempo. La niebla siempre había parecido un elemento aleatorio, como una respuesta de la naturaleza.

—Es su arma —concluí, chasqueando la lengua— Nos han estado vigilando todo el tiempo, evitando que nos acercáramos demasiado. Es increíble.

Bellamy alumbró uno de los pasillos con cautela, asegurándose de que no había amenazas antes de entrar. El garaje parecía un laberinto, lleno de estrechos pasadizos idénticos y lúgubres. Me preocupaba no encontrar la salida.

—Nos llevan ventaja, desde luego.

Estaba distraído observando el lugar, y no le culpaba; parecía como si estuviéramos esperando a que algo se abalanzara sobre nosotros. Tragué saliva despacio, reuniendo toda mi valentía antes de acercarme a uno de los coches y pegar la frente a la ventanilla para curiosear su interior.

Podía escuchar mi propia respiración, cada vez más agitada, y el latir furioso de mi corazón. El cristal se empañó con un suspiro cuando oímos un grito desgarrador que hizo eco por todo el garaje. Una de las tuberías reverberó, como si hubieran golpeado el metal, y me apresuré a buscar a Bellamy con la mirada. Este ya había salido corriendo, dirigido hacia la llamada de socorro, e ignoré el escalofrío que me recorrió la espalda mientras lo seguía.

Recorrimos varios pasillos hasta dar con el que buscábamos. Frené en seco al ver una de las linternas tirada en el suelo y comprobé que no había nadie a su alrededor. Puesto que ver algo de lejos era imposible, agudicé el oído en un intentó por escuchar pasos. Fruncí el ceño levemente al escuchar el sonido de una melodía que, cuanto más avanzábamos más alta se oía. Di un paso más, dubitativa, y agarré con fuerza el cuchillo que llevaba en la mano izquierda.

Bellamy ya iba dos pasos por delante de mí, alumbrando al frente al mismo tiempo que apuntaba con la pistola. Comprobé nuestros costados, escasamente visibles, y me preparé mi posición de ataque.

—¿Scott? —murmuró Bellamy, buscando entre las sombras al guardia.

Este parecía el escenario de mis peores pesadillas. Me arrodillé junto a la metralleta que había en el suelo y alcé la mirada para mirarlo, sabiendo que eso sería lo único que quedara de Scott.

—¿Esa música...?

Bellamy apuntó a su derecha, guiado por su instinto al escuchar unos gruñidos no muy lejanos, y cruzamos miradas con un par de carroñeros. Estaban abalanzados sobre los dos cuerpos inertes de los guardias, cubiertos de sangre y con restos colgando de sus barbillas y ropajes. Ignoraron por completo a su presa cuando nos vieron y se pusieron de pie, gruñendo antes de echar a correr.

Estaban demasiado cerca, a unos pasos de cogernos. Dudaba mucho de nuestras posibilidades en un combate a cuerpo, así que agarré la metralleta del suelo y disparé con manos temblorosas. No podía ver nada, tampoco oír, pero seguí disparando hasta que me quedé sin munición.

Ambos cuerpos cayeron al suelo con fuerza, sin vida, y solté un sollozo al ver el charco de sangre que se formaba a su alrededor. El sonido de las balas todavía rebotaba en mi cabeza y me empezaban a llorar los ojos, distinguiendo solo un par de manchas borrosas. Bellamy no dijo nada, sabría el conflicto que se estaría disputando en mi interior, y les echó un rápido vistazo a los cadáveres antes de volver a mi lado.

—Deberíamos salir de aquí —comentó, comprobando mi reacción con cautela.

Asentí levemente, volviendo a guardarme el cuchillo, y cogí la pistola que me ofreció. Puse una mueca, pero no me impuse. No como antes. Ahora se trataba de vivir o morir y los carroñeros eran enemigos.

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⏰ Última actualización: Dec 07, 2022 ⏰

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