La aspirante a asistente se toma varios minutos en traerme mi café al foro cuatro. Ruedo los ojos exasperado por ello, me molesta la gente lenta e incompetente.
Como supongo que aún no sabe qué es lo que se encontrará cuando ingrese, me recargo en la pared a un lado de la puerta y aguardo a que regrese. Muero por ver su expresión, la que ponen la mayoría cuando descubren a qué se dedica la productora.
Cuando descubren que son asistentes del jodido jefe del porno a nivel mundial.
La puerta se abre y la veo ingresar con premura. Mis ojos no pueden evitar dirigirse hacia ese culo que balancea con su caminar, haciéndome agua la boca y poniéndome la polla dura.
Quiero follarla.
Creo que nunca había sentido estas ganas de follar a una de mis asistentes tan pronto. Por lo general, me toma un par de días de sus insinuaciones que me anime a montarlas en mi polla.
Pero a esta mujer quiero montarla en este preciso momento, ponerla en cuatro, empinarla en mi escritorio e hincarla para que me bese los huevos cuando haya terminado de follarle el culo.
Esos labios deben dar buenas mamadas.
¿Cuántos días me tomará abrirla de piernas?
¿Dos? ¿Tres?
Dudo que más de tres.
Los cientos de pensamientos que se me agolpan en la cabeza en menos de dos segundos se ven interrumpidos por un leve golpe y una exclamación ahogada que hace al director de escena fruncir el ceño porque seguramente el ruido debió quedar grabado.
Es un poco torpe.
Pero no importa, para follarle el culo no necesito que sea inteligente, solo que sepa levantarlo en alto.
Ella observa petrificada la escena que se monta en la cama y en la cual todos están atentos. Todos menos yo, que estoy viéndole las nalgas mientras me acerco con sigilo a ella. Me inclino un poco y le hablo al oído:
—Kennedy, ¿qué pasó mi café? —la cuestiono.
Sé perfecto lo que le pasó. Se le cayó de la impresión de ver cómo Lennin embiste a Mariah mientras ella le práctica sexo oral a Sarah. Una escena digna de admirar con la boca abierta como lo hace la nueva asistente.
Ella mira al piso con las mejillas encendidas, luego levanta la vista hacia mí y traga. Ese maldito movimiento de sus labios que se aprietan ligeramente me provoca un tirón en la polla.
Debo follarle la boca cuánto antes.
¿Podría lograr que me la chupe hoy mismo?
Sería un buen reto.
—¿Qué está pasando? —pregunta ahogada con su propia saliva.
La muy imprudente no tiene la gentileza de bajar la voz y hace que todo el staff y el director de escena la volteen a ver por estar siendo ruidosa. Tendré que disculparme después con George por el inconveniente.
—Guarda silencio —ordeno en un susurro que no deja de ser autoritario pese a mi volumen de voz—. Estamos trabajando.
Parpadea.
—¿Qué clase de trabajo estamos haciendo... —pregunta bajito, parece que ya entendió que no debe hacer ruido. Se pone de puntillas para acercarse a mi oído, lo que provoca que mi piel se erice. Tengo la suerte de que ella no lo perciba en mi mejilla, la cual ha recibido un poco de la calidez de su aliento—. Grabando a tres personas teniendo sexo?
Mi vista se clava en ella, en esos enormes ojos marrones abiertos de par en par. Esa misma expresión tendrá cuando conozca mi polla, la que deberá tragarse toda, porque de ninguna manera pienso dejarla ir sin que antes me la chupe hasta correrme en el fondo de su garganta.
ESTÁS LEYENDO
La asistente perfecta: La versión de Monty
RomantikTRILOGÍA PERFECCIÓN #1.5 Nunca negaré lo que fui. Un promiscuo, un patán y un arrogante. Un completo imbécil. Pero ahí estaba ella, la mujer que nunca imaginé que cambiaría mi vida, para enseñarme el verdadero significado de esta. El amor.