6. MONTGOMERY BLACK NUNCA SE CANSA DE FOLLAR

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Una vez terminada la grabación me despido del staff, el director y de Serena y Alfred, agradeciendo a estos últimos la intensa sesión de sexo, que estoy seguro, tuvo a mi nueva asistente con las piernas apretadas mientras observaba furtivamente lo que hacíamos.

Estaba dispuesto a darte el mismo trato, Candy, pero tú desliz con Alfred no puedo pasarlo por alto.

Lealtad, Candy, lealtad.

Me coloco la bata para salir del foro y camino hacia mí oficina con mi asistente siguiendo mis pasos en silencio. Casi puedo escuchar sus pensamientos, debe estar pensando lo mucho que le gustaría que su jefe la follara.

Me atrevo a asegurar que está mojada por verme en acción. Podría jurar que si la monto en mi escritorio, le abro las piernas y le meto la mano entre las bragas y su sexo, encontraría un charco de excitación.

¿Qué tan húmeda puedes ponerte, Candy?

¿Tu excitación me mojaría la polla y gotearía por mis testículos si te monto en mi regazo abierta de piernas?

¿Alguna vez habías visto algo similar?

¿Te han follado de esa forma?

Seguramente no. Tienes cara de ser una mujer insatisfecha.

Lástima por ella. Pude haberle mostrado lo que es follar en verdad y los verdaderos orgasmos, pero ahora he decidido que no lo haré hoy. Ni siquiera si se desnuda y levanta el culo para que le entierre la polla entre las nalgas. La pequeña mexicana debe entender que su vista y pensamientos deben estar concentrados en mí, no en los actores de la empresa.

Entro en la oficina y me planto frente al baño, la observo entrar perdida en sus propios pensamientos, o quizás en sus recuerdos de mi polla. Más le vale estar pensando en mi miembro y no en el de Alfred, o tendrá que buscar un nuevo empleo más rápido de lo que imaginó.

—Kennedy, prepara la ducha —ordeno.

No me mira. Ni siquiera parece haber escuchado mi orden, su mente está divagando en algún punto de la pared frente a nosotros.

—Kennedy, te estoy hablando —digo seco.

Odio tener que repetir las órdenes y odio más que no presten atención cuando hablo. Ella parpadea varias veces y me mira, notoriamente confundida.

—A sus órdenes, señor —responde.

—Prepara la ducha —rumio exasperado.

Asiente y baja la vista, comienza a avanzar hacia la ducha , pero al pasar a mi lado, la escucho murmurar en voz baja.

—¿Podré ducharme también? ¿Podría ducharme con él? —dice para sí misma. Cómo si pensara en voz alta.

Enarco una ceja en su dirección. Mi nueva asistente se está dejando en evidencia sola y no voy a perder oportunidad en fastidiarla por eso.

Si querías ducharte conmigo, no debiste mirar a Alfred.

—No puedes ducharte conmigo —aclaro con toda la intención de avergonzarla.

Sus mejillas se ruborizan y compone un gesto de bochorno.

—Estaba pensando en voz alta, lo siento —declara de inmediato.

Eso ya lo sé, pero no me interesan tus explicaciones, estoy molesto contigo.

—La ducha —repito.

Se apresura a entrar en el baño. La escucho trajinar la bañera mientras espero fuera y enciendo mi móvil, descubriendo más mensajes de Maya que no me tomo la molestia de responder. Ya estoy de mal humor como para empeorarlo con ella.

La asistente perfecta: La versión de MontyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora