Roney nos deja a Molly y a mí en el hotel. Le indico que vaya a dejar a la asistente a su casa y regrese. Tengo ganas de follar, pero no por los motivos adecuados, lo cual me tiene un tanto desconcertado.
Disfruto mucho de tener sexo, bien podría decir que es mi actividad favorita, pero en este momento no quiero hacerlo por disfrutarlo, sino por demostrarle a mi asistente que clase de hombre es Montgomery Black.
Dentro de la habitación de Molly ella comienza de inmediato a besarme y deshacerse de mi ropa. Mi cabeza está en otro sitio mientras aprieto sus glúteos con mis manos, imaginando cómo se deben sentir los de la mexicana.
¿Serán firmes como los de Molly?
¿O será del tipo de mujer que no ejercita y mantiene su cuerpo como la naturaleza y gravedad decidas?
No crítico a las personas que no ejercitan. Yo no lo hago porque el sudor me causa urticaria, pero no voy a negar que es muy satisfactorio masajear unos glúteos firmes mientras una mujer me monta.
¿Cómo se verán tus glúteos mientras rebotas sobre mi polla y me das la espalda, Candy?
La imagen que se genera en mis pensamientos hace que mi erección se vuelva insoportable.
—Mmm —murmura Molly deslizando la lengua por mi cuello—, me encanta cuando estás inspirado. ¿Me extrañaste, querido?
Debería responder que no y que si mi polla está así de dura no es precisamente por ella, pero sería demasiado descortés de mi parte.
—Quítate la ropa —ordeno—. Baila mientras lo haces.
Molly sonríe y se dirige al equipo de sonido de la suite. Lo enciende y una canción bastante sugerente de Madonna comienza a reproducirse. Balancea el trasero de un lado a otro y levanta la falda de su vestido para dejarme ver sus piernas tonificadas.
Me siento en la cama y admiro el espectáculo. Es muy entretenido y sensual, pero no dejo de pensar en que me gustaría que fuera mi asistente la que estuviera bailando y desnudándose.
Nos jodiste la noche, Candy.
En este momento podrías estar gimiendo por tener mi polla en tu culo.
O podrías estar ahogándote por tenerla en la boca.
La canción finaliza y Molly aún no ha terminado de desvestirse. Le quedan las bragas y el sujetador, por lo que continúa bailando frente a mí y tallando sus tetas en mi rostro, las cuales amaso casualmente.
—¿Por qué sigues vestido? —cuestiona.
—Porque no me has quitado la ropa.
Se acuclilla para seguir desabotonando la camisa que dejó a medias. Verla así me recuerda a mi asistente en el foro, colocando la crema sobre mi cuerpo y mi polla late por rememorar la calidez de sus manos tocándome y la dedicación con la que hizo su tarea.
Joder, debo de dejar de pensar en Candy.
Después de varios minutos en los que Molly se deshace de mi ropa, lame mi abdomen y chupetes mi polla a su gusto, se levanta para colocarse sobre mi regazo. Sin embargo, la detengo antes de enterrarse en mi erección.
—Necesito un preservativo —indico.
Nunca follo sin preservativos. Ya ni siquiera lo hago con Maya sin protección. No es precisamente por tenerlo a un embarazo no deseado, me hice la vasectomía hace unos años, pero sería muy estúpido de mi parte follar con tantas mujeres y no protegerme de alguna enfermedad.
A pesar de solicitarles exámenes que me aseguren que mi salud no corre riesgo al follar con ellas, no está de más agotar las medidas de seguridad. Busco dentro de mi saco un preservativo y bufo al no encontrar ninguno. Tampo dentro de mi cartera.
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La asistente perfecta: La versión de Monty
RomanceTRILOGÍA PERFECCIÓN #1.5 Nunca negaré lo que fui. Un promiscuo, un patán y un arrogante. Un completo imbécil. Pero ahí estaba ella, la mujer que nunca imaginé que cambiaría mi vida, para enseñarme el verdadero significado de esta. El amor.