Would've, Could've, Should've

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HETEROCROMÍA

Historia inspirada en 'Would've, Could've, Should've'
Escrita por: Juan Arcones

Seguramente por la forma en la que nos conocimos es por lo que pensé que lo nuestro duraría, al menos, el resto de mi vida. Pensaba, iluso de mí, que la forma de conocer a alguien determina la conexión que tendrás con esa persona, y será más o menos fuerte dependiendo de la magia (por llamarlo de alguna forma) que rodee el momento. Cuando nos conocimos, fue como si los planetas se hubieran alineado, como una carambola brillante de billar, como llegar con el tiempo justo y pillar el metro cuando acaba de entrar en la estación.

Las luces se volvieron estroboscópicas, y un 'Maybe I'm Amazed' remezclado decoró el ambiente. En esos momentos, nada sobra, todo suma. Todo es grande. Todo es enorme. Más grande que el mismo cielo, por absurdo que suene. El problema es cuando, por querer tocarlo, te levantas demasiado rápido del suelo. Subes y subes, y cuanto más lo haces, más dura será la caída. Porque la gravedad es una putada y nunca NUNCA juega limpio.

    Cuando le vi por primera vez, totalmente trajeado y con su sonrisa pérfidamente encantadora (igualito que Jafar, no penséis en príncipes Disney, pensad en los villanos, son los más divertidos, y los más rotos), tuve esa extraña sensación de querer hablarle y contarle mi vida. Lo seguí por toda la fiesta, esquivando camareros de un catering elegantemente efímero y luces de neón cegadoras.

    Leo era Leo (es, es, que el pobre chico no está muerto). Es más alto que yo, de esos que tienen que agacharse en algunos pasillos del metro para no darse con el techo; delgado y atlético, aunque nunca fue algo que me importara mucho; pelirrojo. Pelirrojo fuerte. Intenso. Los días de sol se enciende como una cerilla para barbacoa, de las largas con la cabeza un poco más gorda. Casi sin pelo en el resto del cuerpo, su cara no tiene ni rastro de barba. Ni está ni se la espera. Para contrarrestar, tiene un mapa de pecas adictivo, igualito a los pasatiempos de unir los puntos que tanto me gustaban de pequeño, que le cubre toda la cara. Ideal para satisfacer mi TOC.

    Deportista, sí, pero lo justo. Monta en bici, corre e incluso juega al baloncesto con un grupo de amigos del instituto todos los domingos a las once de la mañana. Mientras él jugaba, yo dormía la resaca de la noche anterior. Estoy dejando lo mejor para el final, para que no se diga, siempre hay que mantener el suspense. Heterocrómico. Un ojo de cada color. Océano y Amazonas. Una buena forma de ligar con cualquiera.

    Esa primera noche, sé que tuvimos una conexión. Lo sé ahora. Lo supe en el momento. Como si todo lo que tuviéramos alrededor se detuviera en el tiempo y solo pudiéramos movernos nosotros. Nuestras miradas se cruzaron, y eso que estábamos cada uno en la otra punta de la fiesta. Daba igual. Estábamos atados por ese hilo invisible que de vez en cuando nos une. Curioso cómo evito mirarme en los espejos, pero a él le dejé que me devolviera mi reflejo. Porque la imagen que me devolvía era mucho mejor que la realidad.

    —Hola —le dije, así como supertímido. Sí. Yo.

    —¿Nos conocemos?

    —No, pero tampoco conozco a nadie, así que... —bromeé. Sonrió. Bien.

    —Bueno, soy Leo. Encantado.

    —Dani ––respondí y nos dimos dos besos.

    Y ya está. Con ese diálogo, si es que se puede llamar así, nos conocimos. Y no nos separamos en toda la noche. Ojalá nos hubiéramos quedado en esa noche. Podríamos habernos quedado en esa noche. Deberíamos... habernos quedado... en esa noche.

    Lo curioso de todo es que solo me he centrado en explicar cómo nos conocimos. Ahora mismo es lo único que soy capaz de recordar con nostalgia. ¿Todo lo demás? Prefiero obviarlo. Cuando uno comete errores, no le gusta reconocerlos, y menos aún airearlos por ahí. Este pequeño relato sería mi letra escarlata, pero sin Demi Moore.

O, a lo mejor, lo estoy enfocando todo al revés, ¿no?

Sí, hubo pelis en la Filmoteca; fiestas hasta las diez del día siguiente; lágrimas furtivas y sonrisas cautivadoras; Shrek 2 con palomitas quemadas; ex celosos; humor absurdo, sexo de media tarde y escándalos públicos; viajes en tren rodeados de niños gritones; familia numerosa, aunque cada vez menos; árboles de Navidad a medio plantar y máscaras tanto de mentira como de verdad; hubo masturbaciones en los rellanos de un octavo sin ascensor; hubo de todo, pero al final se acabó.

Porque el amor, al menos para mí, es algo efímero que, en un momento dado, parece real.

Taylor Swift's Midnights MayhemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora