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Jimin sacó la basura por la parte trasera de la tienda donde trabajaba. Había llovido un poco, las calles brillaban como en un cuadro de Leonid Afrémov y se quedó contemplando el cielo despejado, aprovechando una de las pocas instancias donde se podía ver el contorno de las nubes sin ningún problema. Estiró su mano como si pudiese alcanzar el cielo, repasando con su dedo la silueta de la luna que apenas se asomaba entre las nubes cargadas de agua.

¿Sería una noche tranquila? Con suerte entraron dos clientes pidiendo cigarrillos. Tenía la esperanza de que volvería a casa y dormiría tranquilamente, sin el ruido de los vecinos.

Volvió a entrar en la tienda masajeando sus brazos para espantar el frío que le erizó la piel. Estaba esperando a su compañero de relevo para volver a casa, en ese momento eran apenas dos trabajando en el interior y no tenían ningún tipo de tema de conversación. Literalmente la única vez que intentaron hablar fue cuando se conocieron, y se dieron cuenta inmediatamente que no eran capaces de llevarse bien aunque lo intentaran.

— Nadie compra de esos. — Jimin escuchó la voz de su compañero, algo que le desconcertó porque realmente eran escasas las ocasiones donde le hablaba. No parecía tímido, simplemente decía lo justo y necesario, tan rígido como el tronco de un árbol.

Su mirada se dirigió a lo que su compañero señalaba. Entre todos los refrescos variados se encontraba el sabor a melón que nadie elegía debido a que todos se enfocaban en las simples botellas de agua, y las marcas más conocidas.

— Es rico. — Le contestó por decir algo, su cabello oscuro caía por sobre sus ojos ocultando su expresión de sorpresa —. Tiene helado.

— No importa si es rico, sigue siendo malo para el negocio, perdemos más de lo que el jefe compra y puede que te haga caso.

Jimin se veía incapaz de hablar con su jefe. Era un chico inseguro, las manos le temblaban de sólo pensar en tener que salir de su zona de confort. No tenía para qué exigirle que dejase de pedir refrescos de melón, si no era él quien le prestaba atención a ese tipo de cosas. Sus argumentos serían malos, no podría enfrentarse a la autoridad debido a que se vería disminuido con su sola presencia. Evitar las confrontaciones era algo que le venía bien. La tranquilidad le parecía su único amigo y consuelo.

— Mmm, entiendo. — Aquello era lo único que diría. Recordaba como su padre se burlaba de él por siempre dar respuestas onomatopéyicas, le decía que parecía a un animal intentando comunicarse.

Su compañero de trabajo afortunadamente no agregó nada más a la conversación. Su nombre era Joonjae, tenía la cicatriz de una quemadura en el rostro, razón por la cual se dejó crecer el pelo para ocultar la mitad de su cara. No tenía ni la menor idea de cómo había sucedido el accidente que causó tamaña cicatriz, tampoco lo preguntaría, pero le causaba curiosidad todo lo que tenía que ver con su persona. Tal vez si fueran buenos amigos podría saberlo, pero no lo serían.

La corriente de sus pensamientos fue interrumpida por el sonido de la puerta, la campana anunció a un nuevo cliente.

Jimin mostró una pequeña sonrisa por cortesía, pero cuando notó que se trataba de su espeluznante vecino, sus piernas casi cedieron por el miedo. Era la primera interacción que tendrían, estaba casi seguro de que éste ni siquiera había notado su existencia y prefería que siguiera siendo así, por lo mismo se hizo pequeño en el espacio tras la caja registradora, como si aquello fuese a ser de ayuda.

Su vecino se dirigió directamente al pasillo donde estaban todos los refrescos, y sacó la botella de melon soda para volver a pagar a la caja. Fue directamente a eso, ni siquiera se incomodó bajo la mirada escudriñadora de Joonjae y Jimin, él parecía indiferente a todo lo que sucedía a su alrededor.

MELON SODA メロン KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora