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Jimin tenía la televisión encendida en un canal donde amanecían transmitiendo algunos dramas antiguos del tipo espeluznante, en los cuales el amor era retratado como algo enfermizo, violento e indigno, cuando la luz se fue en todo el edificio sumiendo la sala en un tipo de oscuridad que no era realmente asfixiante, pero que sí adormilaba. Afortunadamente entraba algo de luz por la ventana, el alumbrado público se transformó en su salvador.

Estaba alimentando a los gatitos que recogió de la calle con un biberón improvisado. Sonrió cuando solamente podía notar los ojos de ambos hermanos debido al color oscuro de su pelaje. Ellos se camuflaban en la oscuridad de su departamento. Parecía que estaban flotando en el aire, maullaban pidiendo más comida mientras Jimin les acariciaba la cabeza con dulzura.

Les hizo una cama junto a su sofá desgastado. Ocupó una pequeña caja donde una vez había comprado un montón de yogures que estaban a punto de caducar, aquello por el precio y porque sabía que las fechas de vencimiento eran únicamente un aproximado, los alimentos no se echaban a perder el mismo día que estaba marcado en su envase. También juntó ropa vieja de invierno que utilizó rodeando toda la caja con tal de que nada de frío fuese a colarse.

Estaban creciendo bien, tenían sus panzas redondas después de comer. Aún no podía identificar si se trataba de hembras u machos, jamás había tenido una mascota y era la primera vez donde se veía obligado a tratar con gatos. Esperaba estar haciendo un buen trabajo por el bien de los dos.

Dejó que descansaran cuando ya estaban lo suficientemente llenos. Ambos se acurrucaron durmiendo abrazados, el suéter que Jimin les tenía era cálido, como si durmieran entre un montón de ovejas de abundante pelaje. Le gustaba verlos descansar, especialmente escuchar los ruidos que hacían cuando dormían, era algo precioso que recordaba al menos unas 15 veces al día para subirse el ánimo.

Jimin estaba sentado en el suelo, apoyando su espalda en la pared mientras miraba hacia el exterior. Podía ver parte del alumbrado, al frente había más edificios que parecían caerse solos, pero al menos tenían luz, mientras que él esperaba que pronto regresara la electricidad para que ningún producto en su nevera se echase a perder.

Tendría que comprar velas cuando saliera al trabajo, eso por si se iba la luz nuevamente. De momento era su día libre y no tenía necesidad de salir de casa. Amistades nunca tuvo, tal vez nadie le creería si dijera que jamás conoció a una persona a la cual llamar amigo. Estaba tan solo en el mundo que los dos pequeños gatos le parecían suficientes para llenar el vacío en su corazón.

Se levantó como pudo, caminando lentamente hasta la pequeña cocina que se encontraba conectada a la sala. Se movía más que nada por costumbre, sabía que tenía mantequilla de maní en el cajón de abajo y que el pan estaba escondido en el horno. Con la poca luz del alumbrado no podía hacer mucho, pero logró hacerse un sándwich con el que burlar al hambre.

No le quedaba de otra que dormir hasta esperar la luz del día. Se estiró como un gato, avanzando hasta su pequeño cuarto donde con suerte cabía la cama. Dejó la puerta abierta por si sus pequeñas mascotas necesitaban comer en medio de la noche. Tenía el sueño ligero, cualquier cosa le despertaba, era necesario cuando vivía en un sitio tan peligroso donde un sinfín de situaciones podían ocurrir.

Apenas su cabeza tocó la almohada, se quedó dormido. Normalmente dormía poco, entre 3 a 5 horas por día, a veces porque no tenía tiempo y otras porque sus vecinos le tenían paranoico por el resto de la noche. Afortunadamente ese día durmió lo suficiente para sentirse satisfecho. Despertó solo, nadie más le obligó a despertar porque tenía cosas que hacer, fue la experiencia más gratificante en años.

Los gatitos estaban colgados de la cortina, algo que sinceramente poco le importaba, era técnicamente un pedazo de tela que se estaba cayendo a pedazos. Él simplemente se reía con sus acrobacias y se aseguraba de que la arena que les había dejado se encontrase limpia.

MELON SODA メロン KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora