El chico solamente podía observar el techo de su obscura y fría habitación, sus cortinas se movían lentamente con cada pequeña y corta briza que le regalaba la noche; a través de los años había aprendido a sentir aquella brisa como si fueran los besos cariñosos de una madre cálida y amorosa.
Desvió su mirada para poder observar dicha ventana, la manera en la que la cortina bailaba un hermoso bolero captivó toda su atención como lo hacía casi todas las noches; el baile se volvía repetitivo después de unas horas de analizarlo, pero el mexicano prefería quedar en ese aburrimiento disociado a estar pensando sobre el paradero de su familia, principalmente aquella mujer que hacía ya un tiempo que no llegaba a casa.
Alex jamás le gritaría a su madre por encontrarse en la calle todo el tiempo, el sabía que la mujer trabajaba hasta partirse el lomo para así poder traer suficiente dinero para que ambos pudiesen vivir con cierta tranquilidad (una tranquilidad falsa); pero habían días en las que el pato era egoísta y solamente quería encarar a aquella mujer, gritarle por todas las veces que le había faltado en su vida.
Pero al final del día, Quackity jamás se encontraría con ella, por lo cual se quedaba casi todo el tiempo fantaseando sobre una pelea desastrosa en donde le diría la mayoría de sus verdades para después poder llorar en sus brazos todas las penas que había vivido en su corta vida.
Es por esto que el pelinegro prefería analizar el baile cautivador que le presentaba su vieja cortina cada noche sin falta, sin dudas le gustaba más aburrirse viendo una cortina moverse con lentitud a pasarse las horas preocupándose sobre su madre o enojándose por una pelea ficticia.
El sonido de los grillos acompañaban a aquel pedazo de tela en su interpretación artística, los cantos agudos de los bichos solamente servían para atormentar a Quackity, le hacían recordar lo noche que ya era, le hacían pensar en como aquella mujer que le dio la vida seguía sin llegar a su casa, le hacían pensar que a lo mejor nunca lo haría.
Pero todo aquello ya no importaba, ya que ahora se había acostumbrado a estar solo en aquella pequeña casa, ya se acostumbró a ir a su escuela solo y regresar de la misma manera, ya se acostumbró a la envidia que ver a las demás personas con sus respectivas madres y ya se acostumbró a estar solo.
Si, ya se acostumbró a estar solo.
_________________________________________
El frío de la celda le comía poco a poco, ni siquiera su traje deshecho y sucio le ayudaba a combatir aquel abrazo helado que la noche le daba con gran placer. Los ojos azabache del mexicano no se despegaban de los barrotes que lo mantenían encerrado, esperando a que estos se abriesen solos por el y así poder volver a la calidad de su casa o al calor de la cama de aquel oso que siempre le esperaba con los brazos abiertos.
Aunque él se encontraba en una miseria que no podía ser descrita con simples palabras, la brisa de la noche le saludaba con aquellos besos cariñosos que solía darle cada vez que el sol se ocultaba, aquellos besos que definieron una gran parte de su niñez e incluso siguen existiendo en su adultez (aunque sean más escasos).
El mexicano cerró sus ojos con pereza mientras escuchaba los viejos boleros que eran transmitidos a través de la radio de uno de aquellos secuaces como intento para no quedarse dormido y aunque aquella hermosa canción no había sido tan apreciada por aquellos trabajadores cansados, fue realmente adorada por el pobre mexicano quien ahora extrañaba a su país más que nada.
"Pasarán más de mil años, muchos más" cantaba la radio mientras que el pato solamente podía mecer su cabeza de un lado a otro al ritmo de la música.
"Yo no sé si tenga amor la eternidad" El chico, ya cansado, comenzó a cantar en un susurro la melodía de la canción.
"Pero allá tal como aquí, en la boca llevarás, sabor a mi..." Si el pelinegro realmente se concentraba se podía ver a si mismo en aquel pequeño pueblo donde solía vivir, podía ver el hermoso amanecer que disfrutó con sus primos aquella víspera de navidad y podía escuchar a los cansados y borrachos músicos que se parecían estar enamorados de la luna, ya que todas las noches salían a darle una serenata especial.
Y si el de ojos azabache se concentraba de más entonces también podía ver a su primo devolviéndole aquella gran sonrisa que le caracterizaba, incluso podía escuchar sus carcajadas tan sonoras que retumbaban de su pecho cada que el otro hacía un chiste o algún comentario sin sentido.
El pato volvió a abrir sus ojos al notar que aquella canción ya llegaba a su fin, fue hasta aquel momento en el que notó algunas lagrimas trazando su mejilla con tranquila adoración, como si se trataran de la mano cálida de una persona que intentaba demostrar la ternura que sentía por el otro, casi como si se tratara de...
Quackity estaba cansado, deseaba jamás haberse ido de su pueblo, deseaba haberse quedado en aquella playa con sus primos, deseaba jamás haber conocido a ese maldito alcalde traicionero.
Al otro lado del pueblo dicho alcalde se encontraba tratando de arreglar todo el caos que la guerra del mexicano había traído al pueblo, había puesto a varios constructores para poder arreglar las calles que se encontraban manchadas de sangre o a reconstruir algunos estantes del mercado que se habían quemado debido a aquellos fuegos artificiales que los soldados del pato habían lanzado.
También había puesto a varias personas a buscar a dichos soldados ya que estos habían escapado del campo de batalla al enterarse que su líder había sido capturado. El de ojos carmesí sabía que no podía dejar ir a todas aquellas personas, por lo cual intentaba de manera desesperada encontrarlos para poder hacer justicia para el pueblo de Karmaland.
El de ojos carmesí sabía que necesitaba un descanso de todo aquello, sabía que lo mejor que podía hacer era tomarse aunque sea un día para poder reflexionar sobre todo lo que había pasado y así poder resolver el problema de mejor manera; pero intentaba mantenerse lo más ocupado posible, ya que cada vez que se encontraba solo con sus propios pensamientos, los gritos desesperados del chico volvían a su mente y no le dejaban en paz. No le importaba la amenaza de muerte, esas las recibía casi a diario; pero Luzu jamás había escuchado a alguien sonar tan... roto.
Los sollozos agobiantes que salían de su boca, las lagrimas que se escapaban de sus ojos como si fueran cárceles y la manera en que su cuerpo temblaba con cada llanto. La piel del alcalde seguía temblando cada que lo recordaba.
Aquella mancha de sangre que quedó en la iglesia del pueblo seguía sin salir.
Luzu se preguntaba si saldría algún día.
________________________________
Ps siento que este no es el cap más fuerte que tengo, pero era necesario escribirlo para poder demostrar como se siente ahora Quackity en la cárcel to solito el pobrecito.
Realmente adoro escribir el pasado de Quackity, siento que es algo que me atrae muchísimo a la historia, no se si tenga mucho sentido pero es que neta aaaa me mama.
En fin
Ahí nos vemos en como 2 días chamaquines, besitos en la cola <3
ESTÁS LEYENDO
Heartaches
Fanfic"¡Hoy les voy a dar lo que les prometí el día de las elecciones! ¡Hoy el imperio de Luzu se cae!" ¿Qué pasaría si la revolución de Quackity toma un giro inesperado? Dentro de esta historia habrá muerte de personajes principales por lo cual lean con...