¿Ya ven? les juro que lo intento.

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-Che, Alvin.

Escuchó su apodo.

Volteó a mirar, con los ojos perdidos y la boca salivando demasiado.

-¿Estás bien? -Le preguntó.

No pudo responder, algo no estaba respondiendo como se suponía que debía hacerlo.

Los ojos desviados de su compañero reflejaron lastima, tristeza por el batero a quién solía molestar en los conciertos.

-¿Qué pasa, Alvin?

Burdos balbuceos salieron de su boca, mientras más saliva se deslizaba por su mentón.

El rizado que tenía enfrente, agarró la mano de Alvin entre las suyas, que estaban demasiado frías.

-Decíme qué tenés.

El más alto le pasó una mano por la muñeca, notando las quemaduras en esta. Parecían estar hechas por cuerdas fuertemente presionadas contra la piel.

Fue entonces que Roberto Musso pareció darse cuenta de algo, algo lo suficientemente triste como para hacerlo bajar la cabeza y apretar su agarre al rededor de la mano del batero.

Cuando tuvo el valor de volver a su postura anterior, ya estaba llorando.

-Lo siento -le dijo. La voz quebrada, las mejillas rojas-, de verdad lo siento mucho.

Escuchó como sorbió su nariz, y luego aquellas heladas manos se dirigieron a ambos lados de su cara.

-Lo intenté... te juro que lo hice... te juro que lo hice...

Y siguió llorando.

"Lo sé." Quiso responder.

No se le entendió.

***

El agua helada azotó su rostro y entró en su nariz, provocando un ahogamiento instantáneo.

Volvió a la realidad de golpe, tosió y se retorció en la silla donde se encontraba. La falta de aire hizo que sus pulmones ardieran por un momento. Luego jadeó, desesperado.

-¿Y bien? -preguntó uno de los uniformados, con voz demandante.

Alvin levantó la cabeza, mirando al trío que tenía enfrente. El cansancio y la desesperanza se combinaban en aquellas orbes que una vez habían sido brillantes.

Cerró los ojos, que se encontraban hinchados por tanto llorar, buscando algún escape mental ante la situación, antes de tener que hablar.

-Yo no... yo no los maté...

Las palabras salieron entrecortadas, cada una más débil que la anterior.

Estaba sumergido en la desesperación, agotado por los violentos interrogatorios y las torturosas horas de privación de sueño.

El oficial que le había hecho la pregunta soltó una risa que le provocó escalofríos.

-¿Qué hay de las huellas que se encontraron en toda la escena, Álvaro Pintos? ¿Qué tenés que decir de ello? ¿Vas a negar que fuiste vos cuando incluso tu ADN se encontró en el cuerpo de Gustavo?

RorshachDonde viven las historias. Descúbrelo ahora