Capítulo 4: Y el cielo reflejo a estos amantes...

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Un frío gélido inundaba la habitación, empezando a colmar su piel. Inconscientemente sus manos se dirigieron hacia sus brazos, abrazándose a sí mismo. El ruido de risas se colaba lentamente, interrumpiendo sus sueños, frunció el ceño. Horacio comenzó a abrir los ojos, incomodo, por la oscuridad que le rodeaba excepto por el intenso brillo de la televisión.

Horacio se había quedado dormido, en el sofá de la sala de estar. Después de lo ocurrido había centrado su cabeza en el trabajo, llegando a trabajar más de lo usual. Al regresar a la mansión, por poco tocando las 22 horas, la había encontrado vacía.

Horacio se levantó, sentándose con la cabeza colocada en el respaldar, observando el techo. Suspiró pesadamente, dejado el peso de su cuerpo por completo en el sofá. El trabajo había llenado su cabeza, y esta había callado su corazón. Sin embargo, el corazón no es algo que pueda ser ignorado, a pesar de los años de práctica o cuanto se desee su permanente mudes, siempre encontraría la manera de ser escuchado.

En esos momentos solitarios, rodeado de casi una total oscuridad, es cuando se podían escuchar los refunfuños del corazón. Era imposible entender que decía, no eran ideas completas, eran sentimientos de dos bandos diferentes. ¿Qué había hecho? ¿Cómo había sido capaz de besarle de esa manera? ¿Quién carajos se creía Smirnov que era para mirar a Volkov así? ¿Por qué sus ojos brillaban al hablarle? ¿Por qué Volkov se emocionaba a su lado?

Tomó el control del televisor, apagándolo. Buscó su móvil a tientas, cuando lo encontró lo desbloqueo, dejando a la vista aquel último mensaje recibido. Horacio no lograba entender del todo porque su corazón lloraba y le afirmaba que merecía a Volkov ahí mismo abrazándolo, en el mismo momento y velocidad que su cabeza le dejaba en claro que probablemente había cometido un error esa mañana.

Su mirada se fijó en la hora, "2 am", Horacio dio un respingo, se había quedado dormido por 4 horas. Paseó rápidamente la mirada por la planta baja, no había escuchado a Volkov entrar. Se levantó, caminando con ayuda de la iluminación brindada por el celular, subió las escaleras. Su intención fue la de dirigirse directamente a su habitación, pero sin un permiso consciente, se detuvo frente a la puerta de la habitación de Volkov. Aquella habitación solo era utilizada los días que llegaban muy tarde, y no tenían la intención de despertar al otro. Si estuviese ahí ahora...¿Significaría que no deseaba dormir esa noche con él?

Horacio colocó la mano en la manilla, con miedo de girarla y ver a Volkov durmiendo ahí solo. Deslizó la puerta pausadamente, presenciando aquello que temía, Volkov estaba profundamente dormido. Horacio observó la ropa usada que reposaba sobre los pies de la cama, subió la mirada lentamente por la cama. Recorriendo el pantalón pijama que cubría la parte baja de su amante. Era azul, un azul que le recordaba el color de sus ojos, aquellos que no podía ver en ese momento, aquellos que la última vez que le dedicaron tiempo le miraban con indignación.

Volkov tenía el pecho a descubierto y su aliento aún estaba cubierto por el olor a menta. Horacio inmediatamente entendió que no debía de haber llegado a casa hace tanto tiempo. Nuevamente, se perdió observando el rostro de Volkov, su rostro relajado como pocas veces se le podía observar durante el día.

¿Cómo aquel hombre tan frío se había enamorado de él? ¿Cómo aquel hombre tan frío le demostraba su lado más suave a él? Horacio buscó una manta, con mucho cuidado intentando cubrirlo sin despertarlo. No se sentía digno de compartir su vida con una persona que había superado, a través de los años, sus traumas, mientras que el recaía en tristeza con cada acontecimiento o persona nueva en su vida.

- Horacio- Volkov le miró, ligeramente adormilado- Tenemos que hablar.

- Es muy tarde V, ya lo hablaremos luego- Dijo Horacio queriendo escapar del tema, ya que, no lograba entender siquiera el mismo que había sucedido.

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