No era un día muy soleado, clásico en Bajamar. Nubes, algo de viento, las olas locas rompiendo contra la barandilla de la piscina haciendo que esta se rellenara constantemente de agua salada. Una piscina con oleaje, llena de algas en el fondo y no de oro. Una con borde áspero donde estábamos, tú calmado me decías que pusiera los dedos de los pies agarrados a el. Yo te miraba con confianza, pero con un miedo intenso a no poder saltar por encima de donde tu brazo marcaba.Tus palabras que no recuerdo exactas decían:
- Pegadita al borde, cuando saltes tienes que pasar por encima de mi brazo, recuerda que siempre tienes que ponerlos ambos junto a la cabeza para proteger el cuello. Entra al agua con las manos juntas así no te harás daño, ¡ahora salta!
El agua helada me recibió. Después del primer salto, a mí que no era muy atrevida me falto tiempo para lanzarme de cabeza miles de veces más.
- ¡Papi! ¡Papi! ¡Papi! ¡Mira!
Tú ibas detrás y jugábamos, desgaste tu nombre de tantas veces que pedía que me miraras.
Y yo saltaba.
Y tú me cogías.
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Microrrelatos
CasualeCada miércoles subiré un relato corto. Serán diferentes temática.