𝟎𝟎𝟐

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Alyssa nunca se había sentido la hija de nadie. Desde pequeña, su vida había sido una llena de lecciones duras impartidas por su abuelo, Otto Hightower, un hombre de una rectitud implacable. Había tenido que crecer apresuradamente, sin un padre cariñoso ni una madre atenta, pero sí con un abuelo que la corregía en cada momento, intentando que fuera perfecta. Cada palabra de Otto era una lección, cada mirada un juicio. Las paredes de la Fortaleza Roja eran frías y sombrías, quien no podía ser quebrantado en ese lugar .

—¡Ella no es su madre, no le deben respeto!— La voz elevada de Alicent resonó por toda la habitación, haciendo que Otto Hightower frunciera el ceño. La tensión en la estancia se podía cortar con un cuchillo.

— Ella ha mantenido a la familia unida. Alyssa es el centro de la familia... no tú —exclamó Otto con sinceridad. Estaba orgulloso de la nieta que había moldeado. Ella era la definición de inteligencia y dedicación, todo lo que siempre había esperado de Alicent, pero nunca consiguió, después de lágrimas y sufrimiento había encontrado lo que quería en su nieta.

El silencio que siguió fue pesado. Alicent apretó los puños, sus uñas clavándose en la palma de sus manos. Las cortinas de terciopelo verde que adornaban las ventanas apenas dejaban pasar la luz, creando un ambiente aún más opresivo.

— No puedo controlarla, Padre —admitió Alicent, su voz cargada de frustración—. Ella... es demasiado independiente.

— Tuviste que ocuparte más de ella cuando era niña —replicó Otto con dureza. Sus palabras eran como latigazos en el aire, pero estaban llenas de verdad.

Alyssa observaba por una rendija la conversación entre su madre y su abuelo, sin preocupación alguna. El disgusto que sentía últimamente su madre hacia ella la tenía sin cuidado. Tenía cosas más importantes que aprender que enseñarle a su madre a quererla. No era tan dulce como su hermana Helaena. Amaba a su madre, pero no iba a ser su escudo.

La salud de su padre había decaído, y su abuelo y madre habían tomado gran parte del control. Pronto querrían comprometerla y no se sentía preparada para servir al reino de esa manera. Había aprendido a amar la poca atención que le prestaban, disfrutando de la soledad y libertad que a veces le otorgaban. Cuando salió de su escondite, se dirigió hacia las fosas de dragones. Quería estar un rato con Vermithor antes de que llegara Rhaenyra junto a sus hijos, pero la sorpresa de ver sobrevolar a Caraxes sin jinete le hizo comprender lo comprometido que estaba el príncipe Daemon con su apariencia familiar.

Las fosas de dragones eran un lugar imponente, con techos altos y una atmósfera cargada de humo y el olor acre de los dragones. Los rugidos resonaban en el aire, y el calor era sofocante. Alyssa se sintió pequeña en comparación con las bestias majestuosas que descansaban allí.

𝐋𝐎𝐕𝐄 𝐀𝐍𝐃 𝐁𝐄𝐓𝐑𝐀𝐘𝐀𝐋 • 𝐀𝐞𝐠𝐨𝐧 𝐈𝐈 𝐓𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐲𝐞𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora