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Cuando empezó a cortejarla para luego declarar sus verdaderas intenciones ella se sonrojo y acepto. Todo iba bien, hasta el insecto de Raditz no tenia nada de que quejarse y Napa como siempre de espectador riéndose para mas tarde querer joderlo por como había cambiado tanto.

Hmp, sin duda lo había hecho. Pero todo era por Karot, ella era la única que podía hacer que el príncipe de los saiyayin actuara de esa forma. La única por la que se arrodillaría y besaría sus pies.

Y de ahí surgiría otra de sus fantasías...que sin duda cumpliría.

Cuando su cortejo finalizo ya era momento de lo que mas deseaba...poder aparearse y emparejarse.

Karot de inmediato fue jalada hacia él y besada con fuerza. Ella era tan solo unos centímetros mas alta que él, pero eso no le impidió besarla como quisiera. Y agarrarla de la cintura, para acariciar su espalda.

Podía sentir claramente como sus senos se apretaban contra su pecho y eso lo hizo desear mas.

Pero no lo harian al aire libre...no hoy.

La jalo y la llevo de inmediato a su habitación, sin importarle siquiera un poco que Raditz y Napa en la sala los hubieran visto.

Raditz si no quería escuchar como se cogia a su hermanita seria mejor que se largara. Y tuvo razón cuando sintió que el ki de ambos saiyayin se alejaba.

Seguramente Napa tuvo que arrastrarlo para que se largara.

No iba a pensar en esos dos cuando tenia en sus brazos, en su habitación a Karot.

Poco a poco se quitaron la ropa que cubria su desnudez hasta que cayeron sobre la cama. Él encima de ella cubriéndola dejándola a su total merced.

Ver a Karot completamente desnuda frente a él, con las mejillas rojas, y desprendiendo un aroma delicioso que además de eso demostraba que no había sido tocada por nadie. Lo tenia bien cachondo y necesitado, necesitado de poseerla y dejarla llena de él.

...

A la mañana siguiente se despertó por los rayos del sol que caían sobre su rostro y lo primero que vio fue el cabello de Karot.

Ella estaba de espaldas a él, desnuda sin nada que la cubriera. Relamio sus labios y se acerco sujetándola de la cintura empezando a repartir besos por sus hombros y cuello.

Eso la hizo despertar desorientada y gimio cuando apretó uno de sus senos. Esta después rio por el entusiasmo de Vegeta, señalando con sus ojos su pene que rozaba contra su trasero todo impaciente.

Sintió su deseo y no dejaría a su pareja insatisfecha y deseosa. Esa mañana no salieron de la habitación hasta que Raditz empezó a gritar el nombre de Vegeta mientras lo maldecía por demorar tanto.

El deseo correcto FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora