Día 6

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Abro la puerta de la habitación, el par de soldados se irguen en su puesto.

-Mi señora...- hace una reverencia- tuvimos que relevar a nuestros compañeros por el cambio de guardia, pero estamos aquí para servirle...-

-Lleve al prisionero a las celdas, en cuanto me comunique con el consejo veremos que será de su destino-

-Señora, somos una orden pacifica, no tenemos celdas en el perímetro...-

-Saldado, no me trate de ingenua, llévelo a las celdas y espere por mí para hacer cualquier cosa sobre el-

-Si señora...disculpe señora- cada uno de los guardias toman al colorado por los brazos y luego de colocarle esposas caminan por el pasillo escaleras arriba desapareciendo de mi vista.

-Le sienta bien el poder...Mi señora- las alarmas se encienden en la parte baja de mi cuello cuando los vellitos se paran del susto que me provocó.

-Señor Winston...- me giro observando al hombre corpulento, con una camiseta gris manchada, unos vaqueros algo roídos en la parte de abajo y las manos en los bolsillos.

-Me enteré de lo que pasó, espero que se sienta mejor- su rostro mostraba aflicción pero sus palabras estaban vacías como el viento. Ni un rastro de empatía con las marcas en los brazos y los moretones con forma de dedos largos y huesudos que habían comenzado a aparecerme en la garganta- Sofía y yo estamos para lo que usted ordene-asiento sin querer prolongar más la conversación. Unos segundos de miradas esquivas y silencios incomodos le hacen entender el mensaje con un asentimiento de cabeza y sin la menor muestra de respeto al darme la espalda desaparece por el pasillo.

Entro a la habitación cerrando la puerta con seguro, corro a la cama con las pulsaciones elevando mi presión arterial, su voz...

Tomo el teléfono abriendo la aplicación de la llamada, se me resbalan los dedos por la transpiración, me seco la palma de las manos en el pantalón y vuelvo a intentar hacer la bendita llamada.

-Clara ¿Qué necesitas?-

-Fin escuché su voz...- una mano en el cabello me lanza al suelo. El teléfono salta del otro lado de la habitación y caigo a suelo de bruces.

El tipo se lanza sobre mi cuerpo, golpeando la herida en mi abdomen que ya había sanado casi por completo provocando que suelte un grito de dolor. Con el codo del brazo derecho logro dar en la cabeza causando que caiga mareado al suelo, me levanto desesperada corriendo a la cama para sacar la daga de debajo de la almohada, las manos de Winston se envuelven sobre mi tobillo y caigo de bruces al suelo ahora puedo dar recuento a cada musculo de mi cuerpo. Con una patada logro alejar sus asquerosos dedos de mi piel desnuda y subir a la cama, tomo la daga mientras sus manos se posan en mis hombros, me empuja hacia las almohadas tratando de ahogarme con ellas, me sostengo haciendo fuerza para lograr tomar algunas bocanadas de aire.

Sostengo el cuchillo como si mi existencia dependiera de ella.

-No vas a morir así intrusa, me verás a los ojos cuando lo hagas- me gira en la cama sosteniendo las manos sobre la cabeza, posa su cuerpo sobre el mío, pero logro acertarle una patada en la entrepierna que lo lanza del otro lado de la cama que rechina bajo el movimiento brusco del costal lanzado.

La carne humana no solo hace a estos ángeles idiotas sino más débiles.

Me alejo del hombre corriendo hacia la puerta con los pelos en cualquier lado, la respiración entrecortada y un dolor agudo en la parte baja del abdomen donde la herida había comenzado a doler. Abro la puerta esperando encontrar a Serafín del otro lado pero lo único que encuentro es el cañón de una pistola nueve milímetros justo frente a mis narices.

Sirvientes de la Oscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora