Día 5

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La noche en el castillo ha sido una de las mejores que he tenido en un largo tiempo.

Esa cama mullida que aún tiene el aroma de mi madre que me tranquiliza como si fuera un bebé. Cada vez que cierro los ojos abrazada a las sabanas de seda que cubren la cama me gustaría quedarme allí el resto de mis días.

Unos golpes en la puerta me alejan de la ropa limpia sobre la cama.

-Adelante-me cubro el cuerpo con una toalla ya que solo me encuentro en ropa interior.

-Señora, sé que no bajó a comer y el soldado Marcus me envió con usted con algo de comer- habla con la mirada baja- le dejo aquí su bandeja- acerca la comida y la deja sobre la mesa junto a la cama.

-Gracias- sostengo el nudo de la toalla firme ya que aquí la gente es muy pudorosa con todo.

-Dice el señor Marcus que le envía un regalo- se aleja hacia la puerta sin darme la espalda y sale cerrando la puerta el su ida.

Me acerco a la bandeja atraída por el olor a estofado de cordero y caramelos de frutilla.

Tomo un puñado del potecito y camino a la ducha abriendo el primero para saborear la delicia del caramelo. Los recuerdos vuelven a mi mente como un yunque, mi madre solía traer una bolsa de estos caramelos cada vez que volvía de viaje de negocios. Me saco la toalla del cuerpo y entro en la bañera con el agua que previamente había dejado tibia. Cierro los ojos sintiendo el agua relajar mi cuerpo y el sabor a frutilla despertando mis papilas gustativas. Flashes de mi madre con un potecito de caramelos igual en la cocina, mientras picaba fruta yo la "ayudaba" a cocinar y los caramelos desaparecían del platito, eran raras las ocasiones en las que la veía en la cocina, mis cumpleaños eran una de ellas y lo disfrutaba sobre manera. Aunque los pasteles no fueran tan espectaculares como los de mis amigas siempre fueron los más especiales ya que era mi madre quien los hacía, se tomaba su tiempo y se notaba la dedicación en cada uno. Una lágrima corre mi mejilla mientras abro otro caramelo.

Nada mejor para las penas que caramelos de frutilla.

Con los ojos pesados pienso en el futuro, el día se acerca y no logro comunicarme con el famoso consejo para que se busquen a otra persona. Cada vez que quiero preguntar a Sofía por la reunión del consejo termino en otra conversación con ella.

El sopor del baño me relaja los músculos, las cosquillas en las piernas aparecen de vez en cuando, los entrenamientos con Marcus no han parado y si yo creía que era imposible terminar un entrenamiento con él, más lo es con ángel que parece querer asesinarte con cada estocada que da.

Por unos segundos alejo los pensamientos de mi cabeza y trato de vaciarla de tormentos lo más que puedo, la brisa de la ventana golpea mis hombros de golpe y reniego porque debí cerrarla antes de bañarme, aunque cuerdo haberla cerrado.

¿O no?

Los dedos nudosos de una manos desconocidas tomaron mi cuello cerrando el paso del aire a mis vías respiratorias mientras que el peso del cuerpo del sujeto se cernía sobre el mío hundiéndome en la bañera. Por inercia abro los ojos encontrándome con una máscara de piel sobre el rostro de mi asaltante.

-Eres una abominación- su voz sonaba de ultra tumba- no nos mereces, solo mereces morir- los dedos se cierran sobre mi tráquea.

Con desesperación trato de mover los brazos para alejar las manos de mi cuello pero solo logro dejar unos pequeños rasguños en los antebrazos de mi atacante, por alguna razón que no puedo identificar mi cuerpo no responde ante la elección de pelear que elijo antes de la huida. Solo logro tragar agua mientras unos pequeños gritos apagados salen de mi garganta. La sangre fluye por mis mejillas, mi cuerpo poco a poco comienza a apagarse. Mis manos desfallecen en el agua, la luz de la habitación comienza a menguar, los latidos de mi corazón se escuchan cada vez más distantes y mientras que mi cerebro se concentra en mantenerse despierto lo único que logro ver antes de que la oscuridad se cierre sobre mis ojos es el agua cubrirme por completo.

Sirvientes de la Oscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora