Primer Secuestro.

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Me meto a la cama luego de divagar en mis pensamientos al menos por un cuarto de hora más.

Juego con el borde de la sabana doblándola hacía afuera repetidas veces para que no me toque el cuello, si hay algo que mi madre me enseñó hasta el punto de la molestia es que la sabana debe estar doblada hacía afuera para que la frazada no me moleste el cuello. Al día de hoy este hábito se ha vuelto una obsesión a la hora de dormir.

Cierro los ojos, concentrándome en mi respiración, la calma de la noche después de la tormenta suele ser reconfortante para algunos, pero para otros escépticos de que la tormenta haya pasado, los mantiene en vilo, temiendo de lo que pudiera llegar a ser.

Meto las manos lentamente entre las almohadas buscando un poco de calor, la lluvia sigue cayendo sobre el pueblo acompañada del viento cálido que avisa la llegada de primavera, estiro la mano hasta llegar al borde de la cama, dejo que mi brazo caiga por el borde, suspirando pesado tratando de mantener la respiración en orden, suelto un falso ronquido, el cabello me cubre el rostro por lo que lo no logro ver nada, conozco esta casa como la palma de mi mano, si es necesario puedo recorrerla a oscuras, como ahora.

Una vez que el bate de roble con el que nunca anoté nada en el colegio, queda al alcance de mi mano lo tomo y golpeo la figura oscura que acercaba su rostro a mi cuerpo. Le escucho descargar un alarido profundo el cual me hiela la sangre, pero sigo, bajo con prisa por las escaleras sin mirar atrás, si lo hago, pierdo.

Los pasos se hacen presente a mis espaldas, incluso antes de que pudiera tener la opción un rayo atraviesa mi ventana dejando ver a su cómplice parece frente a la puerta de entrada. Desvío mi camino hacía la cocina, como dije antes no tengo que buscar el cajón de los cuchillos para saber dónde está. Tomo el cuchillo para carnes y me giro esperando por escuchar algo.

Un antiguo juego que mamá y yo jugábamos cuando ella no estaba de viaje, el gallito ciego, yo debía decir un número el cual era la cantidad de vueltas que ella me tenía que girar, con los ojos vendados tenía que encontrarla, nos pasábamos horas y horas jugando en la casa o en el jardín, era muy divertida. A veces incluso cuando no la encontraba ella hacía sonidos para guiarme hacía su escondite, gracias a esto desarrollé un gran sentido de la orientación en la oscuridad.

Siento una pequeña brisa a mi derecha, tomo el cuchillo del mango con el filo hacía abajo, mamá siempre decía, la cuchilla hacía abajo siempre causa más daño. Coloco el pie izquierdo frente a mi cuerpo, un zumbido cruza a mi derecha trayendo una brisa helada consigo. Me quedo el silencio unos segundos comenzando a formar el patrón de su recorrido en mi cabeza, izquierda, derecha, izquierda otra vez, busca alrededor de la isla de la cocina e izquierda otra vez.

De un momento a otro coloco el pie frente a la figura logrando que tropiece, me lanzo sobre sus caderas cómo puedo y sostengo el cuchillo sobre la garganta del individuo mientras se remueve para todos lados.

-¿Quién eres? ¡Dime tu nombre!- sostengo su cabello.

La luz aparece en la habitación dejándome apreciar los dos jóvenes frente a mí. Bueno, la joven bajo mi cuerpo deberá tener unos 20 años, mientras que el tipo puede que alcance los 30. Me fijo en su rostro, morocho ojos profundos como la noche rasgada.

-¡Tu!- lo veo con odio sin soltar a la chica- Estabas en el cementerio, y hace un rato entre los laureles, ¿Qué quieren de mí?- sus ojos me escudriñan y una sonrisa ladina aparece en su rostro.

-Por favor humana suelta a mi hermana, que al parecer ha perdido el toque- la ve burlesco.

-Te callas Fin- una voz dulce y embelesante suena amenazante de una extraña manera. Poco a poco la suelto sintiendo como de un momento a otro la mujer llega junto al tal Fin.

Sirvientes de la Oscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora