CAPÍTULO 5

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      —¿Quién llama?—Pregunto mordiendo mi labio inferior.

—¿No habías dicho que hablarías tú?—Asiento y suspiro al mismo tiempo. Es verdad, y lo recordaba a la perfección, pero por alguna extraña razón todo esto me ponía el corazón a mil. No quiero tener que enfrentarme a esto pero tengo que hacerlo, sobre todo porque Lucía me mira tan preocupada y con tanta tensión que por un momento temo en que vaya a colapsar.

Me armo de valor y me pongo justo en frente de la puerta, pero justo antes de que vaya a pulsar el timbre ella sola se abre ante nosotras. Es una chica, pero lleva una alta montaña de cajas sobre los brazos que me impiden verle la cara. Ambas nos aclaramos la garganta, Lucía y yo, y la chica se asusta tanto que la montaña de cajas cae al suelo de inmediato. Me agacho de inmediato para ayudarle a recogerlas y me disculpo de antemano.

—Lo siento, eh...—Pero no consigo seguir hablando. Lo primero que siento es que la sangre de mi cuerpo cesa su riego de inmediato, mi pecho se detiene y mi respiración se dificulta tanto que me hayo confusa de repente.

—Lo sentimos, no pretendíamos...—Es Lucía quién habla mientras recoge los libros esparcidos del suelo. Sin embargo, me percato de que la chica ha dejado de recoger también.

—Joder, qué coincidencia...—Murmura sonriendo. Ni siquiera a mí se me había pasado por la cabeza sonreír. Trago saliva con dificultad.—¿Violetta, cierto?—Asiento con la cabeza y noto la sorpresa que el que haya dicho mi nombre provoca en Lucía.

—¿Os conocéis?

—Sí bueno...—Comienza.—Algo así.—Es tanta la impotencia que siento ahora mismo por no poder pronunciar ni una palabra que aprieto los puños con fuerza. Tal y como ella ha dicho, esto está siendo una coincidencia demasiado surrealista para ser verdad.

—¿Qué tal está él?—Es lo único que consigo pronunciar tras un rato mirándola fijamente. Su sonrisa desaparece de inmediato.

—Bien.—Dice.—Aún en el hospital, pero bien.

Lucía sigue sin entender nada, y normal, es lógico que no lo haga porque yo decidí no decirle nada de lo que ocurrió el jueves por la noche, porque recuerdo haber dicho literalmente que eran muy pocas las probabilidades de volver a ver a esta gente.

—¿Vives aquí?

—Sí, nos mudamos hace una semana.—Escucho el nos y de pronto temo porque sea por el chico de ojos verdes. Mis dudas desaparecen cuando Kevin aparece a su espalda con un sándwich en la mano y un cigarro en la otra. Sonríe al reconocerme.

—Mira a quién tenemos aquí.—Se acerca, deja el cigarro sobre el mueble de la entrada y me da dos besos, así como a Lucía casi de inmediato.—Joder el mundo es un pañuelo. Porque vivís aquí también ¿No?

—Sí, de hecho veníamos porque...—Lucía empieza a hablar pero yo le doy un suave golpe que hace que se detenga de inmediato.

—¿Alguna podría decirme por qué no va la tartana de ascensor de este edificio? Nuestra casera no había mencionado nada acerca de ello.

—No sabemos cuánto lleva estropeado.—Por fin reacciono con normalidad y le quito un par de cajas de encima para ayudarla.—Pero no tiene pinta de que lo vayan a arreglar.

—¿Pero cuánto lleváis viviendo aquí?—Indaga Kevin mordiendo su sándwich.

—Este es nuestro segundo año.—Contesta Lucía. Mientras ellos dos se entretienen hablando de varias cosas del edificio Alexa y yo bajamos las cajas por las escaleras en un tenso silencio. No sé muy bien qué decir ahora mismo, sigo sintiéndome culpable y aunque sé yo hice todo lo que estaba en mi mano y que está bien, hay una tensión extraña entre ella y yo por ello.

Mi Sentimiento InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora