CAPÍTULO 4

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      Tiro de nuevo el palo cuando Caos, el perro de Aitana, lo trae corriendo con entusiasmo. Como era de esperar el pitbull corre tras él sin importarle lo más mínimo lo que pueda arrasar en el camino.

—¡Caos!—Exclama Aitana a mi lado. Yo paso la siguiente hoja de mi libro y lo miro sonriente.

Como caja lunes Aitana y yo nos venimos al Campus Norte y nos tumbamos en la hierba a leer cada una nuestros respectivos libros. Lo que más me gusta de nuestra amistad es lo mucho que tenemos en común, la manera en la que nos entendemos y sobre todo, lo mucho que amamos a One Direction y todos sus miembros. Desde que compramos las entradas para ir a ver a Harry no hemos dejado de mencionarlo cada vez que nos vemos fuera de clase, es como un sueño para nosotras.

—Ya hablé con Ángel.—Comienza mientras se remueve en el sitio para acomodarse.—Dice que la tarifa de nuestro vuelo solo nos permite llevar una mochila pequeña, nada de maletas. Siento decirte que tendrás que racionar el maquillaje.

—No me podéis pedir eso.—Mi fingida indignación la hace sonreír, aunque en el fondo sabe que no es tan fingida. Amo el maquillaje, amo todo lo que tenga que ver con una forma de expresarme artísticamente, y para ser sinceras, considero que no se me da tan mal. Siempre maquillo a mis amigas, no por dinero, sino por gusto. Me relaja bastante.

—Entonces la Ciudad de la Cultura.—Dice mientras le rasca la barriga a Caos sobre el césped. Aprieto la mandíbula. Hay veces en que olvido que voy a empezar mis primeras prácticas de la carrera y vivo relajada, y aunque parezca una tontería, yo no lo considero así.

Para mí es importante, para mí es avanzar un escalón cada vez más cerca de mi objetivo y del que mamá hubiese querido que consiguiese.

—Así es.

—¿Estás nerviosa?—Indaga. Sus ojos se clavan sobre mí como si quisiese analizar todo detalle.

—La verdad es que sí.—Confieso.—Pero no es en lo que estaba pensando precisamente.

—¿En qué sino? Yo no he dejado de pensar en que en unos días podré trabajar en el CGAC y me moveré entre los peces gordos del arte Contemporáneo de Galicia. Para mí es un sueño.—Caos parece sonreír de repente. Resulta muy gratificante ver cómo Aitana no está para nada nerviosa y está muy segura de que eso es lo que realmente quiere. Cuando me percato de lo que acabo de decir dudo en si de verdad quiero que alguien sepa lo que pasó ayer o no, me planteo incluso hacer como si hubiese sido un sueño. Pero no lo fue, esos ojos verdes no han salido de mi cabeza en todo el fin de semana.

—Lo harás genial.—Pronuncio pasando la siguiente hoja de mi lectura. Por primera vez en unas semanas hoy hace sol, un sol abrasador.—Es increíble que estemos en Octubre y todavía haya días así.

—Para mí mejor.—Dice pasando la hoja de su libro.—No sabes lo mal que huele Caos cuando llueve. Nensy no lo deja entrar en casa hasta que lo rocío con quinientos kilos de perfume y lo llevo directo al baño.

—¿Hasta cuándo piensas tenerlo en casa de Nensy?—Mi pregunta la toma por sorpresa. Su cara cambia por completo.

—Sigo negociando con que sea una idea permanente. A día de hoy no sé qué haría sin él.—Su mirada se alza de inmediato para clavarse en el animal que corre en círculos sobre sí mismo. Una leve sonrisa se nos escapa a las dos. Miro la hora de mi reloj y me percato de que ya casi es la una. Es hora de irse a casa. No nos despedimos como se debe porque en un par de horas tendré que verla de nuevo en la facultad. Cuando llego a casa dejo el libro sobre la cama y me dirijo hacia la cocina para prepararme algo rápido, como buena estudiante y encima de orígenes Italianos, lo que me preparo es un buen plato de macarrones con atún y tomate. Lo llevo a mi habitación y lo dejo sobre mi escritorio al mismo tiempo que me pongo a buscar alguna que otra información más acerca de la colección de Rubens que trasladarán esta semana. Estoy muy nerviosa por ello, pero sobre todo emocionada. No podía imaginar un mejor comienzo de prácticas que con un evento de ese calibre. Un par de toques en mi puerta me trasladan de nuevo a mi realidad.

—¡Pasa!—Exclamo. Sé que es Lucía y por ello sonrío casi de inmediato. Su cabello, anteriormente largo casi hasta su trasero, cae ahora liso como una tabla por encima de sus hombros. Me mira sonriente a través de sus usuales gafas.—Wow ¿Y ese cambio?

—¿Te gusta?—Se lo toca nerviosa, sus mejillas se vuelven rojizas de un momento a otro.—No sé qué me pasó pero fue cosa de un día para otro.

—Me encanta.—Se sienta sobre mi cama y mientras como mis macarrones nos entretenemos poniéndonos al día sobre lo que hemos hecho este fin de semana. Cuando menciona la noche del jueves dudo en si contarle la verdad o seguir con la excusa de que me quedé dormida viendo una serie. Sé que ella sospecha que no fue así, pues rara es la vez que yo haga eso.

— No te quise molestar.—Dice.—Sabía que estabas cansada.

—No lo hiciste.—Sonrío. Cuando termino de comer llevo el plato a la cocina y ella me sigue. Se aclara la garganta con nerviosismo y sé en ese momento que no llamó a mi puerta por una casualidad.—¿Me vas a decir qué ocurre?

—Tengo una mala noticia, y quería que lo vieses tú antes que ella para que no llamase a la casera.

—¿El qué?—Me agarra del brazo y tira con suavidad de mí para que la siga.

Cuando nos adentramos en el baño, su mirada se dirige inmediatamente al techo, y con la suya, la mía. Mi boca se entreabre ligeramente cuando observo la gran grieta que divide el techo casi en dos al completo, y casi por inercia, aprieto su mano con fuerza.

—No me jodas...—Murmuro sin poder evitarlo. Lucía asiente en mi dirección con una aparente tranquilidad, pero sé que por dentro está tan atacada casi como yo.

—¿Crees que es menos grave de lo que parece?—Se lleva la mano a la frente y suspira.—Espero que no lo haya visto.

—¿Quién, Vanesa?—Digo sin poder dejar de mirar el techo—No tiene por qué verlo aún. Mira, no soy una experta, pero por lo poco que sé esto tiene que venir de los vecinos de arriba.—Explico con cautela.—Si quieres ponte una sudadera o algo y subimos, igual ellos lo arreglan sin que tengamos que hacer nada aquí.

—¿Son los mismos que el año pasado?

—No.—Aclaro.—Martín me dijo que se habían ido para el Campus Sur.—Martín fue uno de los vecinos que tuvimos el año pasado encima, uno que por desgracia para él tuvo una mala noche y terminó acostándose con nuestra querida compañera de piso. Una desagradable historia.

—¿Y vamos a subir? Y si son gente rara...O peligrosa....

—Si no queremos que se nos venga todo abajo vamos a tener que hacerlo.—Espeto agarrándola por los brazos.—Tranquila, hablaré yo.—Su sonrisa aparece tan rápido como termino de hablar. Realmente la conozco como si fuese mi hija.

Mi Sentimiento InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora