IV

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Hey, Carlos:

Ayer tuve el placer de hablar contigo, fue muy lindo, recuerdo que me hiciste llorar. No era un llanto de tristeza, no, era mas bien alegría. Me siento feliz de haber coincidido contigo en esta vida; me abriste los ojos, me hiciste ver la vida desde otra perspectiva. Me hiciste crecer.

Al día de hoy me doy cuenta de que aquello vale más que un beso: cada palabra, cada momento en el que calmaste mi llanto... eso no tiene precio. Tus caricias no eran físicas, no, eran pequeñas palabras de consuelo. Eran aquellas que me sacaban de mi propio abismo. Supiste como calmar mis demonios, te adentraste a mi infierno y me indicaste como mantenerlos dormidos. Y aprendí. Aprendí gracias a ti.

Eso no quiere decir que podías marcharte así, sin previo aviso, ni nada. No. Pero, comprendí de que hay personas que sólo están para coincidir por un pequeño tiempo de la vida y luego se deben ir. Ya no me molesta tu ausencia, al contrario, ya la entiendo. Supongo que me enseñaste lo que debía aprender para luego irte. Agradezco todo el tiempo invertido en mí, Carlos. Lo agradezco infinitamente.

Siempre quise un poco más, pero no lo tuve, supongo que no siempre se tiene lo que se quiere. Me diste lo que necesitaba, cariño. Me diste un hombro para llorar, me diste fuerza para seguir, me diste la voz para poder gritar. Me enseñaste que para ser feliz sólo hace falta voluntad. Me enseñaste que de cada situación negativa, hay una carga potencialmente positiva. Me enseñaste que lo verdaderamente bueno de esta vida es que siempre podrás levantarte después de cada caída, la posibilidad de reinventarme las veces que yo quiera... todo aquello es muchísimo mejor que cualquier otra cosa, porque me enseñaste a ser yo misma, una persona independiente, fuerte.

Sabes exactamente cómo devolver la cordura a mi mente. Con una simple sonrisa de tu parte me das un éxtasis mental. ¿Cómo lo haces? Deseo que me des una respuesta, amor. Mis sentimientos siguen intactos, sólo que ahora los controlo. No me gusta incomodar la situación entre nosotros, pero es que cada vez que veo tus ojos me siento en el completo paraíso. Me haces creer.

Tú y tu reconfortante presencia me hacen feliz.

Carlos, me haces feliz a mí y a esta mente llena de complicaciones, me das la paz que tanto anhelo sin pedir nada a cambio.

Deseo que sigas libre, que nunca consigas a alguien que se proclame dueño de tu maravillosa presencia, porque lo que te hace realmente fascinante es la manera en la que proclamas la libertad.

De tu boca nunca ha salido una palabra sin sentido. Nunca hablas en vano, amor.

Carlos, viejo amigo, nunca dejes de volar ni de soñar.

Sé que conoceré a más personas como tú, pero hay algo que te hace diferente a ellos: tú fuiste el primero. Fuiste el primero que logró entrar a mi mente, por ello te aseguro y te prometo que siempre tendrás un espacio para ti en mí.

Nunca me olvides, cariño, porque yo jamás dejaré de pensar en ti.

Nuevamente te agradezco, Carlos. Te quiero.

Hey, Carlos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora