Lan Qiren definitivamente se retirará después de la boda

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Lan Qiren se sentía muy viejo. Con cada problema -que eran muchos- sentía que un nuevo hilo de su barba se volvía blanco. Ni siquiera era tan viejo. Después de todo, era el hermano menor del difunto emperador. No era lo suficientemente viejo -o ya no era lo suficientemente joven- para todo eso.

Pero, al mismo tiempo, se sentía orgulloso.

Anoche, cuando dos hombres armados aparecieron de repente para protegerle, uno de ellos susurrando que había habido una brecha de seguridad, se preocupó. Cuando se enteró de que solo era una medida preventiva, puesto que todos los guardias ya estaban buscando al sospechoso, todavía se mostró aprensivo, buscando si podía localizar a sus dos sobrinos entre la multitud. El guardia trató de tranquilizarlo, diciendo que no había habido intentos de dañar a ninguno de ellos, el asunto había sido con uno de los pretendientes.

Ya se había preocupado cuando preguntó cuál, aunque en el fondo tenía la sensación de que no necesitaba ni preguntar. Cuando se enteró de que, en realidad, Nie Mingjue había olvidado accidentalmente tomar medidas primero, antes de ordenar a la guardia, se había enfadado. Cuando los guardias asignados para hacerlo, al darse cuenta de su error, fueron incapaces de encontrar al zorro, Lan Qiren estaba furioso. Pero, cuando, en esta cascada de fracasos, el guardia que él personalmente asignó para seguir a su sobrino menor también informó que era incapaz de encontrarlo, se sintió, repentina y extrañamente, tranquilo.

Tal vez era la pura esperanza la que guiaba sus pasos. Tal vez, la cantidad segura de problemas que este evento les causaría, su cuerpo decidió apagarse e ignorar todo antes de tener un ataque al corazón. Ni siquiera pensó en nada más. Sus pasos solo seguían llenos de certeza en las palabras que llevaba años repitiendo desde que ambos jóvenes dragones se habían presentado en la adolescencia. Sí pasa algo... Si no hay nadie de confianza cerca para ayudarte... Si crees que puedes perder el control...

Sin duda, estaba orgulloso de decir que sus enseñanzas habían caído en oídos de los oyentes.

Se alegró de encontrar a Lan Wangji a salvo y -casi- ileso, aunque, angustiado, metido hasta el pecho en los manantiales fríos privados del castillo. Su rostro estaba coloreado de un rojo intenso y un flujo continuo de humo salía de sus fosas nasales por el sobrecalentamiento. En sus brazos, cubierto de marcas de arañazos, probablemente por la confusión de haber sido empujado sin querer a las aguas heladas, yacía un zorro negro, con siete colas flotando tras él en el agua. Parecía haberse calmado ahora, permitiendo que su sobrino acariciara su húmedo pelaje con tranquilidad.

No se acercó, ya que todavía existía la posibilidad de provocar una crisis y que su sobrino se comportara de forma violenta con la gente que le rodeaba. Wei Wuxian, el pobre, difícilmente aceptaría que lo separaran de él también. En su lugar, esperó a que las propiedades curativas del agua actuaran más a fondo, sabiendo que no habría problemas, salvo un par de explicaciones incómodas más adelante, al menos para esta parte del asunto en particular.

Por otro lado, el segundo motivo de su orgullo no era agradable.

Aunque, teniendo en cuenta el tiempo que su difunto hermano había estado alejado de los deberes, no estaba acostumbrado a que nadie más se sentara en el trono en mucho tiempo, el emperador Lan Xichen era todavía una imagen extraña para él.

Recordaba haber sentado a los dos niños allí cuando eran pequeños de forma juguetona, riéndose de cómo la silla y la corona parecían enormes en comparación con sus pequeños. Ahora, cuando Lan Xichen había crecido, todavía le resultaba extraño. De vez en cuando, desde que había asumido el papel, recibía a uno u otro líder de secta para discutir pequeñas formalidades y política, pero nunca antes Lan Qiren le había visto tan serio como hoy.

El zorro y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora