Cada vez que Renaud se encontraba tras bambalinas, el mundo exterior dejaba de existir. Era su lugar favorito en el universo, la antesala de su momento de gloria, el pequeño espacio seguro donde recopilaba energía, destensaba sus músculos, hacía crujir sus nudillos y llenaba su mente de pensamientos positivos. El lugar donde se preparaba para brillar.
Aquella vez era igual que todas las anteriores y al mismo tiempo era diferente. Por fin lo habían conseguido, su pequeña compañía de teatro, esa por la que nadie había dado un duro, había logrado lo que todos consideraban lo imposible, debutar en La Ópera Garnier, el teatro más importante de París.
Meses de preparación, de ensayar hasta desfaceller, de cuidar cada mínimo detalle para asegurarse de que todo salía perfecto. No podían fallar, no había cabida ni para el más mínimo contratiempo. La Ópera Garnier era su billete para convertirse en una compañía de renombre, su pasaporte al estrellato internacional.
La obra elegida para la ocasión era una apuesta arriesgada. La Cenerentola, una versión adaptada del clásico cuento de La Cenicienta, donde la malvada madrastra había sido sustituida por un padre tiránico y maltratador. Este era el papel que Renaud encarnaba, era uno de los papeles principales, por lo que gran parte de la atención del público y las críticas de los expertos recaerían sobre él.
Encarnar villanos no era su opción favorita, nunca lo había sido, generalmente le costaba empatizar con ese tipo de personajes. Pero en este caso, debía reconocer que no había mejor opción que él para ese papel entre todos sus compañeros de reparto. Renaud era el único alfa de toda la compañía, la profesión de actor estaba casi monopolizada por los omegas, que un beta se dedicase a ello ya era extraño, que lo hiciese un alfa, era algo inverosímil. Pero Renaud siempre lo había tenido claro, desde niño, desde que su madre le llevó por primera vez a la representación del ballet de El Cascanueces en La Olympia de París, él supo que eso era lo que quería hacer con su vida, quería subirse a un escenario y brillar con luz propia, quería ser aclamado y envolverse en la calidez del aplauso del público, quería volcar su corazón en cada representación, derramar su interior en los tablones de madera del escenario, encarnando un personaje tras otro, viviendo mil vidas simultáneas dentro de la suya propia, siendo todo el mundo y a la vez no siendo nadie.
No había sido un camino fácil, había tenido que soportar el rechazo de los suyos, las constantes burlas, las insinuaciones de que era un alfa débil, defectuoso, inútil. Pero nada de eso consiguió medrar en él, nada le hizo cambiar de opinión, porque Renaud tenía un sueño, y estaba dispuesto a perseguirlo por encima de todo y de todos.
Su condición de alfa le hacía idóneo para el papel del malvado padre de Cenerentola. A diferencia de sus compañeros omegas, que eran gráciles y esbeltos, él era grande, fuerte, musculoso, y con el maquillaje adecuado, su rostro habitualmente amable podía volverse intimidante e imponente.
Renaud había ensayado hasta el agotamiento, había memorizado sus frases del derecho y del revés, sabía cómo, cuando y de qué manera moverse por el escenario, y además, era el único capaz gruñir como un auténtico alfa en los momentos más oportunos. En definitiva, sabía exactamente como encarnar a aquel villano. Aunque lograr la actuación perfecta, le había costado un alto precio.
La mejor manera de lograr empatizar con su personaje y fusionarse con él, era dejando salir a su alfa interior, ese que llevaba años reprimiendo, acostumbrado a estar constantemente rodeado de omegas, esforzándose por ser uno más, porque su condición no se impusiera sobre la de sus compañeros.
Mandar al cuerno todos esos años de autocontrol y permitirse a sí mismo ser un alfa, un alfa malvado y cruel como era el padre de Cenerentola, le había supuesto una pequeña crisis de identidad. Pero había merecido la pena, debutar el La Ópera Garnier merecía cualquier sacrificio que tuviera que hacer.
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El Mundo Es Un Escenario (Omegaverse)
RomanceEl mundo es un escenario y nosotros simples actores. Renaud nunca fue un alfa como los demás. Él tenía un sueño, un sueño inaceptable para alguien de su condición. El mundo del teatro, la ópera y el ballet, eran monopolio absoluto de los omegas, y q...