Sesión III

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— Mientras criabas a tu hijo, ¿te acostumbraste a ya no tener la presencia de Mikasa?

Eren a veces se despierta con la esperanza que ella esté durmiendo justo a su lado, tenerla ahí tendida mientras descansa después de un cansado día, pero todas las mañanas es lo mismo.

Sigue despertándose solo.

Sabe que es imposible que ella vuelva, pero todavía piensa que un día ella cruzará el marco de la puerta diciendo que ya está casa y que nunca nadie los volverá a separar.

— Creo que... no, nunca he podido acostumbrarme a no tenerla conmigo, tantos años juntos, tantos planes que teníamos para el futuro y un día solo se fue de mi lado.

— ¿Qué hiciste con tu hijo? ¿Él sabe sobre su madre?

— Todo el mundo me decía que debía esperar a que Hisashi creciera y entendiera el significado de la muerte para decirle, pero... él estaba pidiendo la presencia de su mamá y era difícil ocultársela.

— ¿Por qué crees que la estaba pidiendo?

[...]


Eren tirado en el mueble de la sala, estaba muy absorto en su teléfono mirando un sinfín de fotos de su querida Mikasa, de ella cuando todavía estaban en la secundaria, de diferentes viajes, su gran boda, embarazada o simplemente cuando estaba distraída y él aprovechaba para capturar ese pequeño momento único.

Se da cuenta de que él seguirá envejeciendo mientras que ella siempre lucirá joven en su mente.

Podría mirar por horas todas esas fotos, pero su concentración se rompió por completo cuando escuchó el llanto de su hijo que estaba jugando en el suelo, notó que estaba frustrado porque la figura que trataba de encajar en uno de los huecos de la caja no entraba y con mucha razón por que la estrella no entra por el triángulo.

— Ya bebé, no llores, papá irá a ayudarte.— Se levantó del sofá para sentarse detrás de su hijo y dejó su teléfono a un lado de ellos.— Mira la figura, es una estrella como las del cielo, tiene muchas puntas.— Eren señaló cada una de ellos y su hijo empezó a balbucear, lo tomó como un "sí".— Ahora mira la caja, tiene otra figura, no tiene tantas puntas.

Hisashi sorprendido, intercalaba su mirada de la figura a la caja y de la caja a la figura, tratando de descifrar el gran misterio que había hasta que poco a poco su mano se movió lentamente hasta el espacio de la estrella y lo dejó caer encajando perfectamente.

— Muy bien, Hisashi, ya hiciste todo.— Lo abrazó y una lluvia de besos cayó por toda su cara mientras él reía alegre por haberlo completado.— Iré por tu premio.

Eren se puso de pie para ir hasta la cocina y abrir el refrigerador donde se encontraba su magnífico premio, que solo eran pequeñas paletas heladas de leche, muy pronto le saldrían sus dientes y eso lo iba a ayudar a desinflamar el dolor. Tomando una, volvió a la sala para dársela, pero no se esperaba que su hijo estuviera inclinado mirando interesado sobre pantalla de su teléfono y también diciendo palabras intangibles, fue rápido hasta tomarlo porque no quería que estuviera expuesto a los teléfonos a una edad muy temprano.

Pero cuando se lo quitó, empezó a llorar y extendió sus brazos hacia su dirección.— Bebé, no, eso está mal, mejor ten tu premio.— Aproximó la paleta, pero con su pequeña mano la apartó volviendo a llorar pidiendo que se lo devuelva mediante sollozos.

"¿Qué es lo que ve interesante en esta cosa?" Se preguntó internamente y cuando prendió el teléfono, entendió su comportamiento. Hisashi estaba viendo una foto de Mikasa, a su querida madre que lo llevó nueve meses en su barriga, forjando una conexión extraordinaria y, aun así, solo conoció unos pocos minutos.

Tú puedes solo | EremikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora