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Memo se sintió absolutamente abatido después de su despedida con Lionel, pero en algún momento al final de la noche se le ocurrió que lo estaba complicando demasiado.

Realmente lo estaba. La solución al problema era bastante simple: necesitaba mantenerse alejado de Lionel. Tan pronto como regresara a México dejaría de ver a Lionel y Memo apenas lo recordaria. Fuera
de la vista, fuera de la mente.
Ignorando la forma en que su estómago se retorció desagradablemente ante la idea, Memo fue a buscar a Lionel.

No tuvo que esperar por mucho tiempo. Sus sentidos estaban
tan sintonizados con el olor de Lionel que podía seguirlo facilmete hacia su habitación. Memo no estaba seguro de lo que significaba, porque su sentido del olfato nunca había sido tan bueno, pero trató de no pensar demasiado en eso.

El olor lo llevó a la puerta su habitación. Era lo suficientemente tarde como para que la tenue luz que entraba por las ventanas fuera una mala fuente de iluminación habitación.

Toco suavemente la puerta.
Cuando Lionel le abrio no dijo una palabra, espero a que Memo entrara y cerro la puerta, después de eso solo se fue a recostar en el sofá en el rincón más oscuro, su cuerpo relajado.
Memo entrecerró los ojos. Los ojos de Lionel estaban cerrados, pero Memo podía sentir que aun no estaba dormido.
-¿Qué estás haciendo aquí en la oscuridad? -Dijo Meom. Se sintió dolorosamente cohibido. De hecho, estaba contento de no poder ver mucho. No quería ver a Lionel y sentir cosas.
-Tengo un dolor de cabeza infernal, -dijo Lionel, su voz baja enviando un hormigueo por la columna vertebral de Memo.
Aparentemente, verlo no era necesario para que su cuerpo
reaccionara como algo pervertido.
-Puedo darte un masaje si quieres-. Memo se arrepintió tan pronto como dijo eso, pero ya era demasiado tarde.
Joder, ¿por qué de repente tuvo que adquirir el instinto omega
para cuidar a alguien con dolor? Pero por más que lo intentaba, no podía luchar contra el instinto de ayudar a su alfa, el impulso de complacerlo. Todos los deseos confusos y repugnantes que sentía alrededor de Lionel no cambiaron sus sentimientos
generales hacia él: le agradaba mucho.
-Probablemente debería decir que no, -murmuró Lionel antes de suspirar. -Pero te lo agradecería mucho.
Memo ya se estaba moviendo. Se sentó en el pequeño espacio entre la cabeza de Lionel y el brazo del sofá, tratando de ponerse cómodo.

Lionel levantó la cabeza antes de dejarla caer en el regazo de Memo.
Cierto.
Humedeciendo sus labios con su lengua, Memo enterró sus dedos en el cabello de Lionel. Era espeso pero suave.
Agradable al tacto. Memo pasó los dedos de ambas manos a través de él, aplicando una presión media en el cuero cabelludo de Lionel, moviéndose en pequeños círculos.
Lionel tarareó en agradecimiento.
-Se siente bien.
Tratando de ignorar la cálida sensación en su pecho, Memo redobló sus esfuerzos.
Los segundos pasaron.
Nunca había pensado que tocar el cabello de alguien pudiera
sentirse sensual, pero lo era. Absolutamente lo era. La textura hizo que sus dedos hormiguearan y la necesidad de tocar las orejas de Lionel sus mejillas delgadas, la línea de la mandíbula, sus labios finamente formados, esa necesidad crecía con cada momento, volviéndose irresistible. Tuvo que hacer un
esfuerzo consciente para evitar que sus manos deambularan.

Caía la noche, la habitación estaba casi a oscuras ahora. Hizo que todo se sintiera más íntimo. Más impropio.
Memo podía escuchar la respiración de Lionel. Podía oír la suya. Ninguna de las dos sonaba del todo estable. ¿O fue solo su imaginación?
¿Y fue su imaginación o el olor de Lionel realmente se estaba volviendo más profundo? No estaba seguro.
Pero lo inhalaba con avidez, incapaz de obtener suficiente, sus dedos pasaban por el cuero cabelludo de Lionel.
presionando, acariciando...
Lionel gimió, el sonido áspero y obsceno en el silencio de la habitación.
Memo se sonrojó, repentinamente dolorosamente consciente de lo dura que estaba su polla, de lo resbaladizo y adolorido que estaba entre sus muslos. Podía oler su propia excitación, y Lionel indudablemente podía olerla mejor que él, considerando lo cerca que estaba su cabeza de su entrepierna.

Pulgadas de distancia.
Por un momento, Memo se imaginó a Lionel girando la cabeza y lamiendo su entrepierna a través de la tela, chupando la cabeza de su polla, y luego bajando donde estaba
caliente y adolorido, lamiendo allí, entre sus muslos, presionando su lengua en...
Memo se mordió el labio inferior para evitar gemir. En serio, ¿qué le pasaba?
-¿Tienes estos dolores de cabeza a menudo? -Dijo, tratando de desterrar esos sucios pensamientos de su cabeza.
-A veces, -respondió Lionel. -No a menudo. Solo es estres.
-No tendrias estres si no hubieras aparecido en mi habitación anoche.
Silencio.
-Supongo que no lo tendría -dijo Lionel finalmente, su voz muy neutral.
Y de repente, Memo se enojó, toda su frustración y autodesprecio se mezcló con su resentimiento reprimido y se
convirtió en algo feo.
-¿Pensaste siquiera en mi? -Dijo con fuerza.
Lionel suspiró.
-Mira, entiendo que estás molesto-
-¿Molesto? -Memo soltó una carcajada. -¿Tienes alguna idea de lo que se sintió vivir en incertidumbre todo el día? No tienes idea de cómo es. ¡Eres un alfa! No te importan las demas personas? No claro, por supuesto, no te importaba una mierda...

-Memo, -dijo Lionel, agarrando sus manos y apretándolas con su manos.
Memo se sobresaltó tanto que dejó de hablar.
-Lo siento, no quise ser tan frio-dijo Lionel. Había algo extraño en su voz, como si estuviera eligiendo sus palabras con cuidado. -Siento mucho que hayas tenido que pasar por esto. Tienes que entender que hubo circunstancias fuera de mi control.
-¿Qué circunstancias? -Dijo Memo, tratando de sonar severo.
Pero su ira se estaba desvaneciendo solo porque Lionel estaba sosteniendo sus manos. Estaba asustado consigo mismo.
-No se si pueda decirlo todo, -dijo Lionel. -Es solo que haces que me desconozca, me haces querés comerte todo, hasta que ya no quede nada de ti, es enfermizo apenas te conozco.

Memo se quedó en silencio, pensando.
-Verás, mi equipo y yo estábamos 1-0 cuando te vi, te veías tan nervioso y un poco asustado, -dijo Lionel, jugando con los dedos de Memo distraídamente. -No supe que hacer, solo senti la necesidad de acercarme y marcarte con olor. Tratando de calmarte, no se que sucedía, solo lo hice no pense.
-Oh, -dijo Memo, sintiéndose un poco incómodo y sin palabras. -Perdón por gritarte. No lo sabía.
-No podrías saberlo. Está bien. Pero... mantengamos esto entre nosotros, ¿de acuerdo?. No debería haberte dicho nada, solo complico más las cosas.
-Está bien, -dijo Memo. No podía negar que se sentía complacido de que Lionel le hubiera hecho algo que no les había hecho a los demás. Un secreto. Algo de ellos.
Lionel apretó sus dedos.
-Gracias, -dijo, su voz baja y cálida envolvió los sentidos de Memo como una cosa física.
Memo se encontró sonriendo estúpidamente, y de repente se alegró mucho por la oscuridad en la habitación.

Alfa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora