Pérdida:
La habitación se encontraba en penumbras cuando accedió a ella mediante la pequeña y desgastada puerta gris.
De inmediato, la gélida brisa de aquella fría noche de septiembre se escabulló a través de la espaciosa ventana para darle la bienvenida, mientras ejercía el clásico efecto de escalofrío sobre su cuerpo mojado.
Amusgó entonces sus hermosos y apagados ojos para inspeccionar el espacio a su alrededor y, al comprobar que se encontraba completamente sola, sin más compañía que el silencio sepulcral y la desolada soledad no pudo evitar desplomarse, pero esta vez sobre el mullido sofá.
Había caído, y junto a ella las primeras de las muchas lágrimas que liberaría esa noche junto a los gritos ahogados, sollozos y lamentos que por más que se había esforzado en ocultar ya no podía contener más.
La icónica risa de la que alguna vez creyó su mejor amiga la trajo de vuelta a la realidad y sin tiempo que perder encendió la tele elevando el volumen varios decibeles por encima de lo normal mientras emprendía el conocido camino al cuarto de baño en la más absoluta oscuridad.
¿La razón?
Bastante sencilla.
Era perfectamente consciente de lo cotillas que podían llegar a ser sus vecinos.
En especial la hipócrita mezquina que vivía en frente y a la que nunca más le volvería hablar.
Casi prefería ser quemada viva a tener que escuchar las supuestas especulaciones, causas o motivos si alguno de ellos la pillaba infraganti en un momento de debilidad.
Lloverían los rumores, y de esos ya tenía bastantes en su vida.
No.
Definitivamente no.
Por sobre su cadáver les daría el gusto y la satisfacción de saber que muy en el fondo no era tan cruel y desalmada.
Que sufría, sentía, sangraba.
Que esa falsa reputación de chica mala era solo la fachada, porque en el fondo, muy en el fondo seguía siendo tan humana como los demás.
Al terminar de recorrer el estrecho pasillo que la condujo a la reducida habitación tanteó con los dedos hasta encontrar el interruptor y al ser iluminada quedó petrificada ante el reflejo de la mirada triste y vacía que la observaba a través del opaco cristal.
¿Cómo es que había llegado hasta ese punto?
¿Cómo es que se lo había permitido en primer lugar?
Despojándose de la poca ropa que aún conservaba se adentró en la tina y mientras dejaba que el agua caliente la abrazara deseó que hubiesen sido sus brazos.
Esos que tan bien conocía los que le brindaran el soporte y la estabilidad, pero debía aceptarlo, él no estaba y si lo analizaba bien, nunca había estado en realidad.
Las lágrimas y los sollozos acudieron nuevamente, pero esta vez los dejó fluir.
Segura de que las voces provenientes de la TV amortiguarían cualquier rastro de humanidad y acaparando todo el oxígeno que le permitieron sus pulmones se sumergió hasta el fondo.
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Mi reflejo en el espejo
Short StoryMi reflejo en el espejo es la recopilación de veintinueve relatos que detallan fragmentos de la vida en los que nos rompemos y de los que creemos que es casi imposible escapar. Constituye ese punto de infracción en donde las circunstancias resultan...