Cuestionable moral:
El eco de las sirenas resonó como nunca esa apacible madrugada entre las lúgubres y solitarias calles de la ciudad.
Para nadie era una novedad que aquella distinguible mujer hiciera uso diario, casi desmedido (según el criterio personal de muchos de los vecinos) de alguna patrulla policial.
Pero lo que sin lugar a duda ninguno de ellos podía imaginar, es que esta vez, a diferencia de las anteriores, la fémina hubiera sido recluida a la parte trasera del auto y no a la delantera como era lo habitual.
Ella.
La inflexible y severa profesional.
La mejor estudiante graduada de su año en la Universidad.
La ciudadana modelo.
La hija ejemplar, sería sometida en unas pocas horas a un interrogatorio policial.
Sabía que estaba allí por puro protocolo.
Porque así lo había decidido su superior, mismo que hacía apenas unas pocas semanas atrás se había considerado su igual, pero que después de ser ascendido sufrió un cambio radical.
Sabía que muchos de sus colegas ya estaban al tanto y que, al igual que su exjefe, consideraban totalmente absurda y descabellada aquella decisión que si ella quería podía revocar.
Pero también sabía que negarse a cooperar no era una opción viable.
Tenía una reputación intachable que preservar.
A pesar de que su cabeza, al igual que su raciocinio, siguieran aún en piloto automático y pareciera estar enajenada de la realidad.
Lo habían estado desde que ese correo llegó a sus manos.
Desde que descubrió la verdad.
Y entonces todo tuvo sentido.
Todo le comenzó a encajar.
La ronda de preguntas no se hizo esperar.
Demasiado sencillas -no pudo evitar pensar el agente que acababa de ser transferido y hacía sus prácticas en ese lugar.
Demasiado predecibles -le susurró su yo interno mientras con una máscara imperturbable respondía a todas y cada una de las preguntas sin levantar ninguna sospecha.
Sin ningún atisbo o señal de falsedad.
Conocía la rutina.
Dominaba el protocolo.
Estaba al tanto del procedimiento.
Y su ingeniosa mente ya había elaborado de antemano la versión de la historia que se adaptaría a los hechos con completa credibilidad.
Nada podía salir mal.
Las imágenes de la escena del crimen fueron esparcidas sobre la mesa y una nueva ronda de preguntas dio inicio a la segunda fase de su plan.
Era muy consciente de los estragos que las pequeñas mentiras piadosas podían causar.
Sabía que un desliz, por muy pequeño que fuera, en su carrera, era sinónimo de castigo y condena para alguien más.
No había olvidado el juramento que hizo cuando inició su profesión años atrás.
Veinticinco minutos fueron más que suficientes para que sus colegas dejaran de indagar y, después de firmar su declaración jurada, fuera puesta en libertad.
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Mi reflejo en el espejo
Short StoryMi reflejo en el espejo es la recopilación de once relatos que detallan fragmentos de la vida en los que nos rompemos y de los que creemos que es casi imposible escapar. Constituye ese punto de infracción en donde las circunstancias resultan tan as...