Capítulo VI:

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Partida:

El espeso líquido rojo se esparcía con demasiada elegancia y cautela sobre el inmaculado piso de madera.

La escena, en sí, vista desde la mayoría de los ángulos, parecería solo otro de los tantos suicidios que a diario se producían.

Para un forense, tal vez, el corte decisivo en un cuerpo lleno de cicatrices y heridas.

Para Medicina Legal y el Cuerpo Federal otro autolesivo, y la carta a su lado la irrefutable evidencia que lo confirmaría y con la que cerrarían.

Para los familiares y amigos, el dolor de la pérdida.

El estar en boca de todos por haberse quitado la vida.

Para los fanáticos de la religión otra oveja descarriada.

Un pensamiento sin cabida.

Pero para la chica en cuestión, fue la única forma que encontró de acabar con el sufrimiento y el dolor.

Porque por más que intentó buscar soluciones ninguna le resultó.

Había soportando demasiado peso para sus jovenes hombros y aquella mañana simplemente había hecho colisión.

Había pensado que tal vez dolería.

Que pasaría mucho tiempo antes de perder el conocimiento.

Que alguien lo impediría.

Pero lo cierto es que cuando el cuchillo perforó su pálida y tersa piel causando la herida, y su sangre comenzara a brotar como agua cristalina.

Una extraña y conocida sensación le dio la bienvenida.

Un súbito, pero estimulante frío la abrazo con fuerza mientras la oscuridad, acompañada de la calma y la soledad, bebieron su último aliento y apagaron la pequeña luz que de a poco se extinguía en lo que alguna vez fueron el reflejo de unos hermosos orbes azul cristal llenos de vida.

Mi reflejo en el espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora