Capítulo VIII:

9 3 0
                                    

Ni una más:

El teléfono comenzó a vibrar con inmoderada insistencia por decimocuarta vez en lo que iba de mañana.

Y aunque era consciente de que sus familiares y amigos solo estaban preocupados porque no sabían nada de ella en lo que iba de semana aún era demasiado pronto para dar explicaciones.

No se sentía preparada.

Dicen por ahí que lo que en realidad duele no es la puñalada por la espalda, sino girar y comprobar la identidad de la persona que lo clava.

Tal vez por eso sus palabras aún se reproducían en bucle en su frágil memoria.

Tal vez por eso aún le afectaba.

Su nombre es anunciado a través de un pequeño micrófono negro mientras se pone de pie y se dirige a la oficina señalada.

La idea de entrar ahí y ser rechazada de inmediato le produce pánico, pero se ha estado preparado mentalmente para ello desde que recibió aquella llamada.

¿Quién diría que un correo electrónico y su opinión acerca de las malas e injustas actitudes que otros habían tomado para contra su persona traerían como consecuencia aquella drástica acción inesperada?

Los minutos transcurren con normalidad y antes de darse cuenta ya se encuentra saliendo del edificio.

Otra más que permanece en espera.

Otra más que agregar a su colección de esperanza.

Su teléfono vibra una vez más en el interior de su bolsillo, pero esta vez el mensaje de un número no tan desconocido es lo que la sobresalta.

Las lágrimas nublan sus ojos y un gemido lastimero se le escapa.

Todas las emociones negativas que ha estado tratando de sobrellevar a lo largo de todos esos meses colisionan y dan paso a la rabia.

Sin pensarlo dos veces desbloquea la pantalla de su celular para proceder a bloquear a la dueña del número telefónico mientras toma nota mental de pasar por la tienda más cercana para comprar una nueva línea.

Para que ya no tenga acceso a su vida.

Para que ya no tenga como contactarla.

No se detiene a leer su contenido.

No le hace falta.

Solo desea que desaparezca y nunca más volver a saber nada acerca de ella.

No le desea el mal.

Todo lo contrario.

Pero ha tomado la decisión de salir del rompecabezas en el que por más que lo intento, tuvo que terminar aceptando que no encaja.

En ese momento le gustaría tener amnesia y olvidarla.

Volver el tiempo atrás y nunca haber sido contratada.

Pequeñas gotas comienzan a desparramarse y el frio característico del invierno se instaura.

En ese momento se arrepiente tanto de no haber prestado la suficiente atención a su madre todas esas veces en las que trataba de enseñarle a distinguir entre: las cosas buenas y las cosas malas, entre los amigos y los conocidos, entre el dinero y los valores, entre la felicidad y la desgracia...

Siendo una niña estaba segura de poder diferenciarlas.

Pero en la venerable ingenuidad de su niñez le fue imposible saber de la existencia de los matices, de los puntos medios, de las máscaras pretenciosas y las dobles caras.

Mi reflejo en el espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora