🎁Stowe, Vermont
Después de menos de veinte horas de vuelo, con una escala en el medio, con un micro donde había toda clase de gente, sin contar con dos gallinas que anduvieron revoloteando y cacareando durante una hora y media de viaje, Brisa arribó a su destino.
Su mayor sorpresa fue cuando llegó de noche y tuvo que hacer dedo porque no quería caminar más y principalmente porque no tenía más plata.
Los autos pasaban, pero ninguno se dignaba a preguntar hasta dónde la alcanzaban. Cuando sintió que sus pies no daban más, volcó la valija y se sentó sobre esta para descansar. El frío calaba el abrigo que tenía encima y lo peor fue que empezó a nevar. Se apretó más la bufanda y se calzó mejor el gorro de lana donde tenía el pelo suelto dentro de este. Se metió las manos dentro de los bolsillos mientras puteaba por no haber sacado los guantes de la valija cuando los vio creyendo que no iba a necesitarlos.
Debía continuar para no terminar congelada, por lo que se puso de pie de nuevo, tomó la maleta de la manija y la arrastró consigo ya que tenía rueditas. Volvió a hacer dedo y una camioneta oscura se fue acercando hacia ella y le preguntó si necesitaba que la dejara en alguna parte.
—Necesito ir al centro de Stowe.
—Sube.
—Tengo una valija —admitió y él se la quedó mirando sin entenderla.
—La puedes poner atrás.
—Me costó arrastrarla porque pesa mucho.
Ante aquellas palabras esperaba que aquel sujeto se dignara a bajarse de la camioneta y la ayudara, pero no fue el caso.
—Mira, si quieres que te alcance hasta el centro, vas a tener que subir tú la valija —admitió tajante y ella abrió más los ojos y apretó los labios quedándose desconcertada con lo que le respondió.
—Bueno...
Caminó hacia el baúl de la camioneta Ranger Raptor de color negro y quedó pensando en cómo se abría la puerta.
—Perdón, pero, no sé cómo se abre —se acercó a la ventanilla del conductor.
Ella y él quedaron mirándose con mucha atención, el hombre mantenía una ceja levantada y teniendo la mano contra la boca sin pronunciar palabra.
—Por favor —susurró formando vaho congelado con su aliento y sonriendo levemente.
El hombre se bajó de la camioneta y se dirigió a la parte trasera para abrir la puerta y bajarla, pero apareció una cabeza blanca y peluda. Brisa quedó encantada con el perro.
—Parece un osito —sonrió al mirarlo mejor.
—¿Vamos a tener que esperar mucho tiempo?
—Perdón —se excusó y él bajó la puerta para que subiera la maleta.
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Un beso bajo el Muérdago ©
Chick-LitSantiago, padre de Brisa, tiene la excusa perfecta para que su hija aprenda a vivir con sencillez, por lo que la obligada a viajar a América del Norte para que le entregue un paquete en Navidad a su mejor amigo. Pero todo se le complica cuando conoc...