Capítulo 12

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Se volvió a lanzar, nos liamos de nuevo, sabía que no iba a poder parar. Él me llevó al coche, seguimos liándonos, hasta que pasó, acabamos haciéndolo. Había sentido más ahí que todas las veces que lo hice con Axel o Nico, quizás es que con ellos no sentía nada, pero tampoco siento nada con Alex, ¿no? Es imposible, es uno de mis mejores amigos, no puedo sentir nada por él.

— Damián, ¿Qué acabamos de hacer? — dije mirándole preocupada pero a la vez no me sentía mal.

— Echar el mejor polvo de mi vida, creo — dijo dándome un beso en los labios y le sonreí. Intenté mirar hacia afuera, pero los cristales estaban empañados.

— Esto está mal, yo estoy con Nico, y nosotros somos amigos, no quiero que la amistad se vaya a la mierda. — dije un poco preocupada.

— Déjale, sabes que no le quieres, no entiendo por qué sigues con él, déjale ya, sabes que te está haciendo daño, a ti no te gustan los celos, ni los pijos, ni comer fuera, no te gusta el fútbol ni siquiera verlo jugar. Él es todo lo contrario a lo que te gusta. Siempre que él te pide algo de beber pide lo que odias, por ejemplo cuando salimos de fiesta, siempre te pide algo con alcohol, nunca bebes, te da miedo por lo que pasó en la fiesta. El café te gusta con mucha leche, chocolate y canela, él siempre te lo pide con hielo y sin apenas leche. No sé porque estáis juntos todavía. — dijo con sus manos en mis mejillas mirándome a los ojos, lo mejor de todo, es que tenía razón.

— No sé, me da miedo dejarle, porque va a estar todo muy tenso en el grupo...

— Hazme caso que no, si hace falta echarlo del grupo, lo vamos a hacer, sabes que tu hermano y yo haremos lo que sea por ti — dijo él — vamos a volver antes de que sospechen — dijo y me quite de encima y nos arreglamos para ir con los demás.

— ¿Dónde carajos estabas? — dijo Nico agarrándome del brazo fuerte, tanto que me hacía daño, me empezaron a salir lágrimas, y yo nunca lloraba.

— Me estas haciendo daño — dije con un hilo de voz — estaba tomando el aire, solo eso

— ¡Para! — dijo mi hermano pegándole un puñetazo en la cara a Nico — Nos vamos, ¡YA!

Nos fuimos a casa, yo estaba paralizada, llorando. Mi hermano iba a mi lado abrazándome, sé que estaba muy preocupado, nunca me había visto así. Damián conducía, estaba muy tenso, sé que si él pudiese le habría pegado la paliza de su vida en tres segundos. El ambiente estaba muy tenso, Sheila y Madisson también estaban en el coche, también estaban preocupadas.

Mi padre me enseñó, desde pequeña, a que debía ser fuerte y no llorar. Por lo que nunca lloraba, ni siquiera si me hacía daño en algún sitio, si me insultaban o me sentía mal. Aprendí a expresarme de otras maneras, pero nunca llorando, siempre estaba sonriendo, cosa que cuando me insultaban les molestaba aún más.

La hija de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora