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Narra Soobin.

En las calurosas tardes de las vacaciones de verano, me dedicaba a salir con mi guitarra hacia uno de los parques más transcurridos del pueblo en donde vivía para adquirir experiencia en el campo de un artista que se presenta en vivo, ya que es uno de mis muchos sueños el convertirme en ellos. Y si quería serlo, debía dejar mi introvertismo junto con la timidez fuera de mi ecosistema.
Me dirigí hasta allá a pie y poco después comenzaría con mi acto. Varias personas, incluyendo niños con sus padres, adolescentes y personas mayores fueron acumulándose en un círculo a mi alrededor para verme tocar; sin embargo, esta vez un chico en particular llamó mi atención. Era castaño, con pequeños bucles en el cabello, unos preciosos ojos marrones, aparentemente de mi edad, bastante alto pero no tanto como yo y con una presencia que hacía que me pusiera nervioso. Él parecía asombrado por mi presentación, pero decidí no tomarle tanta importancia al asunto ya que temía equivocarme en medio del acto y arruinar todo.

Con el pasar de los días ese chico comenzó a estar más presente en cada muestra que hacía. En cualquier esquina en donde mirara, lo podia encontrar fácilmente en algún lugar del público. Solía quedarse hasta que yo terminara como si quisiese acercarse a decirme algo, pero terminaba yéndose avergonzado. Me parecía extraño; supongo que eran simples nervios o quizá era alguien muy tímido. Tampoco es que hubiera mucho que yo pudiera hacer y la verdad es que estábamos en la misma situación.

Más adelante, en una de las tantas tardes luego de finalizar mi acto, parecía que el chico que estuvo frecuentando mis presentaciones durante casi tres semanas, se habría armado de valor para finalmente entablar una conversación conmigo. Al acercarse, lo primero que pude notar fue el brillo de sus ojos. Ese tono de color marrón que lucía tan bien en él como si de dos piedras preciosas se tratasen por la forma en la que destellaban. Se lo veía muy entusiasmado y podía notar sus claros nervios al mismo tiempo.
― Hola ―Sonrió el chico frente a mí― Soy Huening Kai, estuve viendo como tocabas últimamente y me gustaría decirte que eres muy bueno. ―bajó la mirada hacia sus zapatos mientras sus mejillas se tornaban de un color carmesí―

Gracias por decirlo, Huening Kai. Soy Choi Soobin, por cierto. ―él automáticamente subió sus ojos hacia mi al escuchar mi nombre.―

―¿Choi Soobin? Es un bonito nombre.

―Gracias por decirlo, el tuyo igual.

Pasamos una hora más hablando y riendo juntos hasta que anocheció. Tenía toque de queda hasta las siete, así que ya no podía quedarme más tiempo hablando, solo me quedaban treinta minutos para llegar a casa y no estaba tan cerca de aquel parque. Una vez que me despedí, él preguntó

"¿Crees que podemos volver a hablar mañana?"

En ese momento, no esperaba que a partir de entonces mi vida daría un giro de ciento ochenta grados.

La sencillez de tus acordes (Sookai)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora