🍁 CAPÍTULO 2 🍁

46 8 3
                                    

Hazel 

(1 de diciembre)

Eran las diez y cuarenta de la mañana. Era la hora. Despedí a mi padre con un largo abrazo y le supliqué que se quedase, como siempre, aunque esta vez no lo deseaba realmente. Me explicó que debía traer comida y que esa era su forma de cuidarme de la mejor manera que podía. Le abracé de nuevo y, finalmente, con una mochila cargada a la espalda se despidió de mí. En cuanto se alejó lo suficiente y su silueta se perdió entre los árboles corrí hacia adentro de la casa. Recogí mi cabello en un gran moño y escogí unas cuantas latas de comida para meter en mi mochila. Cambié mi pijama por unos pantalones anchos y una sudadera gris. Escogí mis zapatillas favoritas de las únicas dos que tenía y me las puse rápidamente. Hoy iba a pasar el día sola como de costumbre en diciembre, la diferencia era que esta vez no iba a estar en casa, iba a salir de allí. Cargué la mochila en mis hombros cuando ya estaba todo preparado y emprendí un largo camino directa a romper la última norma y la más importante. Lo que no sabía es que esa última norma implicaría romper todas las anteriores.

El sonido del ligero viento y de los pájaros trinando rompían el silencio en aquel bosque. Me detuve a descansar tras más de una hora andando y, mientras me sentaba en una roca, pude percibir el sonido del mar. Estaba cerca. No tardé más de cinco minutos en verlo desde arriba. Allí estaba. Estaba en lo alto del acantilado.

Última norma y la más importante: ''No te acerques demasiado al acantilado''.

Nunca la entendí, ¿qué podría pasar? Toda mi vida supuse que mi padre temía que me cayese, pero ya tenía una edad para saber que eso no iba a pasar si iba con cuidado, así que lo hice. Me acerqué. Di unos cuantos pasos hasta quedar al borde de este y, al mirar hacia abajo, pude contemplar el agua chocando con fuerza contra la pared formando una espuma blanca. Una sensación de vértigo recorrió mi cuerpo, pero no quería irme de allí. Me sentía viva siendo libre después de tanto tiempo encerrada en esa casa. Levanté mi vista contemplando así las blancas nubes sobre el cielo azul después de ese día nublado que fue el de ayer. Respiré profundamente y volví a bajar mi mirada hacia el mar. Me quedé mirando hasta que mis ojos distinguieron algo flotando en el agua. Enfoqué la mirada lo máximo posible y me di cuenta de que eso que flotaba no era un objeto, sino un cuerpo. No sabía cómo bajar hasta allí abajo, pero tenía que hacerlo. Tenía que ayudar. No podía dejar a esa persona allí sabiendo que, aunque la posibilidad fuera pequeña, podía estar viva. Recorrí todo el paisaje con mi mirada hasta que encontré un camino accesible y no dudé en intentarlo. Me raspé las rodillas unas cuantas veces intentando llegar abajo. No sabía nadar. Era arriesgado, pero aun así me introduje en el agua helada y me dí cuenta de que sí llegaba al fondo. Un escalofrío me envolvió debido a que mi ropa ahora estaba empapada y helada, al igual que yo. Caminé con la dificultad del agua empujándome hasta llegar al cuerpo. Tiré de él hasta la orilla y me di cuenta de que era el primer contacto humano que tenía con alguien que no fueran mis padres. Era extraño, pero agradable, aunque así dicho suena un poco raro que tocar un cuerpo posiblemente muerto me resulte agradable. Lo deposité sobre la arena de una pequeña playa que se encontraba al lado del acantilado. Estaba inconsciente, pero aún respiraba. Su pecho subía y bajaba débilmente mientras la sangre brotaba de su cabeza y supe que tenía que salvarle. Tenía que llevar a ese chico a casa.

...

NOTA DE LA AUTORA:

¿Que opináis de este capítulo? Creo que ya se va poniendo más interesante.
Publicaré otro capítulo el próximo martes por si queréis saber quién es ese chico y que pasará con él y Hazel.

Gracias por leer♡

Nuestro efecto mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora