Capítulo 2

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Louis echó un vistazo a su alrededor, satisfecho con el resultado. Su sala de reuniones destilaba un aire profesional, y el ramo de flores frescas que su secretaria había colocado a modo de centro de mesa le confería un toque personal a la mullida moqueta de color vino tinto, a la reluciente madera de cerezo y a los sillones de cuero claro. Los contratos estaban situados con suma precisión, junto a una elegante bandeja de plata con té, café y una selección de pastas. Un ambiente formal, aunque amistoso, tal como quería que fuese el talante de su matrimonio.

Decidió olvidar el nudo que se le formaba en el estómago cada vez que pensaba en volver a ver a Harry Styles. Se preguntó cómo habría madurado. Las anécdotas que le había contado su hermana describían a un hombre impulsivo e imprudente. Al principio, pensó en rechazar la sugerencia de Charlotte: Harry no encajaba en la imagen que él necesitaba. Los recuerdos de un niño de espíritu libre con sus rizos al viento lo atormentaban con insistencia. Sin embargo, sabía que era el propietario de una respetable librería. Aún pensaba en el como en el compañero de juegos de Charlotte, aunque llevara años sin verlo.

Pero se le acababa el tiempo.

Compartían vivencias de un pasado lejano y tenía el presentimiento de que Harry era de fiar. Tal vez no encajara en su imagen de esposo perfecto, pero necesitaba el dinero. Deprisa. Charlotte no le había contado el motivo, pero sí le había asegurado que Harry estaba desesperado. Que necesitara dinero le resultaba cómodo, porque dejaba las cosas muy claras. Sin ambigüedades. Sin sueños de establecer una relación íntima entre ellos. Una transacción de negocios formal entre viejos amigos. Algo soportable para él.

Hizo ademán de pulsar el botón del interfono para hablar con su secretaria, pero la pesada puerta se abrió en ese preciso momento antes de cerrarse con un golpe seco.

Se volvió hacia la puerta.

Unos ojazos verdes se clavaron en su cara sin apenas titubear y con una expresión tan clara que le indicó que ese hombre sería incapaz de ganar una partida de póquer: poseía una sinceridad brutal y jamás iría de farol. Aunque reconocía esos ojos, la edad había cambiado el color a una inquietante mezcla de aguamarina y esmeralada.

Sus ojos contrastaban muchísimo con los rizos castaños de su pelo, cuyos tirabuzones le enmarcaban la cara con una rebeldía que parecía imposible de controlar. Los pómulos marcados destacaban su voluptuosa boca. Cuando eran pequeños solía preguntarle si le había picado una abeja y después se echaba a reír. Aunque al final la broma se había vuelto contra él. Esos labios eran el sueño erótico de cualquier hombre... y sin necesidad de implicar a las abejas. Más bien a la miel. A ser posible, miel cálida y suculenta sobre esos labios carnosos que podría lamer despacio.

«¡Joder!», pensó.

Controló sus pensamientos y terminó con la inspección. Recordó haberlo torturado cuando descubrió que usaba bragas. Harry se sintió muy avergonzado cuando él lo descubrió, de modo que utilizó esa información para hacerle daño. En ese momento, ya no le hacía gracia. Su culo eran tan voluptuoso como sus labios, y encajaban a la perfección con la curva de las caderas. Era alto, casi tanto como él. Su apabullante belleza iba envuelto en un mono rojo pasión que resaltaba su pecho, le acariciaba las caderas y caía hasta el suelo. Las uñas pintadas de escarlata asomaban por las sandalias rojas. Harry se quedó quieto en la puerta, como si estuviera permitiendo que lo admirase antes de decidirse a hablar.

Un poco desconcertado, Louis intentó recomponerse y se aferró a la profesionalidad para ocultar su reacción. Harry Edward Styles había madurado muy bien. Quizá demasiado bien para su gusto. Pero eso tampoco tenía por qué decírselo.

Lo miró con la misma sonrisa neutral con la que miraría a cualquier socio comercial.

—Hola, Harry. Hace siglos que no nos vemos.

Just a marriage [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora